como ahorrar a largo plazoEl ahorro, sobre todo el de largo plazo cuando tienes claras cuáles son tus metas, tiene un gran enemigo: uno mismo. Me explico: todos nosotros llevamos encima dos yoes, el yo presente y el yo futuro, pero el peso en nuestra emoción y en nuestra cognición del yo presente es muchísimo mayor que el de nuestro yo futuro.

Esto sucede de una forma natural, no es algo que hagamos de forma expresa; no queremos castigar al yo futuro, sencillamente es que no pensamos en él. En el ámbito de la psicología, a esto se le llama sesgo de presente, y significa que le damos mucha más importancia a las circunstancias de nuestro presente o futuro inmediato que al futuro a más largo plazo. Un ejemplo: Si tenemos que elegir, preferimos 1.000 euros ahora que 1.100 euros dentro de un año (aunque financieramente lo segundo sea indiscutiblemente mejor).

“El sistema instintivo tiende a rechazar el ahorro porque prefiere disfrutar del presente, mientras el sistema racional entiende que es necesario y lo organiza”

Esto nos genera una brecha intertemporal, que se refleja en tres elementos: 

  • No somos capaces de identificarnos con nuestro yo futuro.
  • No somos capaces de sentir como él.
  • No visualizamos sus necesidades adecuadamente.

Las trampas del cerebro

Además, y, por si fuera poco, nuestro cerebro tampoco nos ayuda. Neurológicamente, las áreas que reaccionan ante la idea del ahorro son las mismas que lo hacen ante una pérdida. Ahorrar se convierte entonces en una tarea de titanes, porque ahorrar duele.

Pero nuestro lado racional tiene claro que ahorrar es conveniente, es sano y nos ayuda ante circunstancias del futuro. Esta dualidad se debe a las dos formas de trabajo de nuestro cerebro, lo que Daniel Kahneman explicó como sistema 1 (automático e instintivo) y sistema 2 (reflexivo y racional). Con el ahorro lo que sucede es que nuestro sistema 1 tiende a rechazarlo porque es hedonista y prefiere disfrutar del presente, mientras que el sistema 2, si conseguimos activarlo, que es lo difícil, entiende que es necesario y lo organiza.

La clave, por tanto, está en “engañar” al sistema 1 para que nos abra la puerta del sistema 2. Se puede hacer desmontando (en economía del comportamiento llamamos a esto nudging) los principales sesgos o fricciones que sufre el sistema 1 y que paralizan seguir adelante, como son la inercia (continuar haciendo “lo de siempre”), la aversión a la pérdida (antes tenía más) y el autocontrol (hoy no, mañana).

“Los sesgos se pueden combatir con planes de ahorro, aportaciones automáticas y, sobre todo, con un buen asesoramiento”

La teoría del empujón

Hay sistemas de éxito en el mundo que utilizan estos antídotos que hemos llamado nudges o empujones para contrarrestar la pereza del sistema 1 (pereza biológicamente necesaria: el cerebro consume el 25% de la energía diaria y si el sistema 2 estuviera siempre trabajando nos “fundiríamos”). Entre otras cosas, la creación de estas pautas de ahorro le valió a Richard Thaler un Premio Nobel de Economía.

En estos modelos, los sesgos se pueden combatir con opciones por defecto (si no dices nada en contra, estás dentro del sistema de ahorro), con gradualidad en la aportación (no hace falta que aportes nada hoy, solo que acordemos un plan automático de aportaciones crecientes, del que podrás salir cuando quieras, de manera que tu poder adquisitivo no se vea mermado), con elección pasiva (de nuevo por defecto estás asignado a las opciones de inversión más propias de tu situación). 

Algunos de estos modelos son los planes “Save More Tomorrow” en EE. UU o el sistema NEST británico. En suma, al ahorro, alfombra roja, y parafraseando en parte a un famoso autor de libros de autoayuda, sopita de pollo para el cerebro.

Diego Valero

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