sesgos emocionales y daniel kahneman
Sin duda, el adiós del psicólogo Daniel Kahneman significa la pérdida de una de las figuras más influyentes en el campo de la economía y de la psicología. Su legado nos ayuda a entender el comportamiento humano ante las complejidades y, especialmente, a comprender mucho mejor la influencia de nuestras emociones respecto a la toma de decisiones financieras. Algo determinante para actividades como el asesoramiento financiero personalizado y su comprensión de las necesidades y reacciones de los ahorradores e inversores.

Aunque no estudió economía, el psicólogo Daniel Kahneman (1934-2024) ganó el Nobel de esta disciplina por sus revolucionarias aportaciones sobre cómo elementos externos impactan en nuestra mente y nos hacen tomar decisiones económicas erróneas.

Considerado como el padre de la Economía Conductual, en su superventas Pensar rápido, pensar despacio afirmaba que hay una ley del mínimo esfuerzo que rige nuestra actividad cognitiva y física y que establece que, si hay varias formas de lograr un mismo objetivo, se elegirá aquella menos exigente, porque “la pereza está profundamente arraigada en nuestra naturaleza”.
Kahneman decía que, por esa ley del mínimo esfuerzo, cuando nos enfrentamos a decisiones que afectan a nuestro bolsillo, usamos atajos heurísticos y buscamos el camino más corto, apoyándonos en normas básicas. Esta situación de relajación, de no estar alerta, de no pensar con la cabeza, es un caldo de cultivo para que los sesgos emocionales nos pongan trampas. Y, por supuesto, caemos en ellas.

Así piensa el cerebro: dos sistemas

Argumentaba que el cerebro piensa a partir de dos sistemas. El S1 es rápido, intuitivo, automático y emocional; el S2, lento, paciente, deliberativo y racional. Cuando el primero duda recurre al segundo, pero a veces este último falla y acepta pensamientos del anterior por esa ya mencionada pereza que nos lleva a utilizar atajos mentales. Hay que obligarle a que se active. ¿Cómo conseguimos esto?

Kahneman afirmaba que “los humanos, a menudo, necesitan ayuda para hacer juicios más acertados y tomar mejores decisiones y, en algunos casos, las políticas y las instituciones la pueden proporcionar” con asesoramiento, educación financiera o con un adecuado sistema de automatismos. Esto es un sistema de decisiones por defecto como, por ejemplo, los sistemas de ahorro periódico automáticos, que nos descuentan un dinero destinado al ahorro y la inversión tras cobrar la nómina. Para rechazar estas transferencias es necesaria una acción por parte del beneficiario. La pereza que nos caracteriza facilitará que no se tome la equivocada decisión de rechazarlo y nos llevará a ir ahorrando para la jubilación desde el primer momento en el que se gana un sueldo.

Atajos mentales a evitar

Existen influencias externas emocionales que hacen que no interpretemos de forma adecuada la información. Esos sesgos emocionales de los que hablaba Daniel Kahneman se activan de forma automática, sin darnos cuenta, y nos llevan a cometer errores, a tomar decisiones en el sentido contrario al que nos conviene y que, en materia de ahorro, se traducen en:

  1. Procrastinación o statu quo, por los cuales no hacemos nada para cambiar. Por eso cuesta tanto ahorrar para la jubilación, que se ve como una fase de la vida muy lejana y, debido a ello, siempre hay alguna excusa para no hacerlo (algún gasto, por ejemplo), que nos lleva a postergar la decisión.
  2. Aversión a la pérdida. Ligada con lo anterior, se trata de “una poderosa fuerza conservadora que favorece los cambios mínimos en el statu quo de las personas, hace que nuestras vidas se mantengan cerca del punto de referencia”, dice Kahneman. Por ello el matrimonio, el barrio o el trabajo suelen permanecer estables a lo largo de nuestra vida. Extrapolado al dinero, dado que “los humanos actúan movidos por el impacto emocional inmediato de las ganancias y las pérdidas sin pensar en perspectivas a largo plazo”, “pesan más las desventajas de un cambio que las ventajas, induciendo un sesgo emocional que favorece ese statu quo”.
  3. Optimismo omnipresente, algo que indica que también somos optimistas por naturaleza, lo cual puede ser negativo. Por ejemplo, es el causante de querer abarcar demasiado y permanecer cegados, de infravalorar el ahorro necesario para la jubilación, sobrestimando lo que se percibirá de pensión o el riesgo de una hipoteca.
  4. Efecto ancla, que nos hace determinar si compramos caro o barato. El precio de un traje es el ancla. Si tiene un descuento pensaremos que hemos comprado barato.
  5. Resultado o error del historiador, por el que nunca debemos valorar una decisión en virtud de su resultado. Que alguien se forre en bolsa sistemáticamente es porque sabe, y viceversa; es decir, si a alguien le sale bien algo, es porque sabía hacerlo: craso error. “No dejemos que el sesgo de los resultados nos confunda. Fue una decisión estúpida, aunque el resultado fuera bueno”, afirma el padre de la Economía Conductual.

    “Kahneman identificó los elementos externos que impactan en nuestra mente y nos hacen tomar decisiones económicas erróneas”

  6. Ilusión de validez, que hace que se sobrestime la capacidad de interpretar y predecir un resultado basándose en el análisis de datos. Así, unos venden acciones porque creen que el precio va a bajar, y viceversa. Y todos creen que tienen razón. “En la mayoría de los casos, esta creencia es una ilusión.” La realidad es que “la teoría no es muy correcta, porque muchos inversores individuales pierden sistemáticamente” y, detrás de estos, “hay inversores institucionales dispuestos a sacar ventaja de los errores que los particulares cometen cuando deciden vender y comprar”.
  7. Exceso de confianza, algo que experimentan las personas cuando se concentran en lo que conocen e ignoran lo que desconocen, lo que nos hace confiar demasiado en nuestras creencias. “La confianza que las personas experimentan viene determinada por la coherencia de la historia que tratan de construir a partir de la información de que disponen”, decía Kahneman. “El exceso de confianza es una consecuencia del S1, el cual puede ser domado, pero no derrotado. El principal obstáculo es que la confianza subjetiva viene determinada por la coherencia de la historia que uno ha construido, no por la calidad y la cantidad de la información en que se sustenta”.
  8. Y lo anterior nos lleva al último sesgo, la falacia narrativa, que lleva a buscar argumentos para avalar nuestras conclusiones sin que tengamos información que las sostenga. El efecto halo ayuda a dar consistencia a nuestro razonamiento. También afecta el sesgo de la retrospectiva, que hace que, por supuesto, supiéramos de antemano lo que iba a ocurrir…

Aprende y déjate ayudar por los que saben y evita esto, que, como decía Kahneman, nos ocurre a todos: “Su sistema 1 construyó una historia y su sistema 2 de lo creyó”. DEP.

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