Libertad financiera

Aunque lleva ya años de recorrido, el concepto de libertad financiera ha adquirido mayor relevancia en los últimos tiempos. Posiblemente, el gran empujón lo recibió tras la pandemia de la COVID-19, crisis más que sanitaria que supuso un cambio de mentalidad para muchas personas.

Desde entonces, el concepto de libertad financiera ha ido a más. Son muchos los guías en la materia que, bien online o de forma presencial, prometen a sus seguidores alcanzar la libertad financiera a través de cursos o encuentros más o menos extravagantes. A lo sumo, vivir de las rentas, sin trabajar, en plenitud. Fácil y rápido. Pero ¿es posible conseguir la libertad financiera? Vamos paso a paso.

Libertad financiera, ¿qué es?

En esencia, la libertad financiera o independencia económica es una tendencia que surgió en Estados Unidos a principios de este siglo. Sus ideadores fueron los precursores del movimiento FIRE (Financial Independence, Retire Early; en castellano, “Independencia financiera, retiro temprano”). 

“Uno de los objetivos de la libertad financiera es alcanzarla cuanto antes mejor. Pero ¿todo el mundo puede hacerlo igual? No”

A grandes rasgos, el objetivo de la libertad financiera es que las personas consigan vivir sin trabajar, sin haber llegado a la edad de jubilación, cuanto antes mejor. Que puedan cubrir todas sus necesidades de dinero sin tener ninguna ocupación más allá que la de revisar sus números e inversiones. Para disfrutar de la vida en el sentido amplio de la palabra y en plenitud, sin los achaques de la edad. 

Según los últimos datos del INE, de 2022, el 70 % de la población española reconoce encontrarse satisfecha con su día a día, lo que no quiere decir que haya alcanzado su propósito vital. Aquello con lo que soñaba hacer o ser en los años de juventud. De hecho, la mitad de los adultos reconoce haber superado los cincuenta sin haberlo logrado. 

En qué se basa y de qué trata la libertad financiera

Volviendo a sus orígenes, la libertad financiera se guía por la austeridad, según la concibieron los precursores del movimiento FIRE. Se basa en el ahorro y en la inversión; en establecer prioridades en cuanto a los gastos y en diseñar estrategias que permitan generar los ingresos suficientes para poder cumplir sueños personales sin trabajar, para llegar a la libertad financiera. Eso sí, todo de forma ágil y rápida, para conseguirla cuanto antes mejor. 

Y aquí entra en juego la complicación: la velocidad a la hora de alcanzarla. Porque la rapidez no es buena amiga de las finanzas. “El gran dinero no está en la compra y venta, sino en la espera”, decía el gurú de la inversión Charlie Munger. También, añadía, en planificar bien. Es decir, en tener paciencia y actuar con conocimiento de causa. Algo de lo que no vamos sobrados.

Porque aprender a tener una buena gestión del dinero es una asignatura pendiente, según la última Encuesta de Competencias Financieras elaborada por el Banco de España. Apenas la mitad de los participantes conocía la respuesta correcta de las situaciones que les plantearon; preguntas relacionadas con la inflación, los tipos de interés o los riesgos financieros. 

Libertad financiera vs planificación financiera

Aún hay más. Porque uno de los objetivos de la libertad financiera es alcanzarla cuanto antes mejor. Pero ¿todo el mundo puede hacerlo igual? No. Básicamente porque el perfil financiero de una persona de 25 años no es el mismo que el de una de 35 o una de 45, por citar tres edades al azar. Porque los ingresos y gastos cambian, evolucionan. Porque hay rachas en las que los flujos de ingresos y gastos varían. A veces según lo previsto, a veces no. Corresponde a la teoría del ciclo vital, de Franco Modigliani. 

“Una buena planificación financiera nos permite diseñar un plan concreto acorde al momento vital y personal, en función de las necesidades y los objetivos del momento”

De ahí la importancia de no dejarnos llevar por cantos de sirena y centrarnos en trazar, en lo referente a nuestras cuentas, una buena planificación financiera. De diseñar un plan concreto acorde al momento vital y personal, dibujado en función de las necesidades y los objetivos del momento. 

Porque gozar de tranquilidad e independencia económica no significa librarse de trabajar. Implica, más bien, tener las finanzas controladas y gozar de cierto desahogo; que los ingresos cubran los gastos (y que sobre algo para ahorrar y sacarle cierto rendimiento). 

Pero no es fácil: hay que saber hacerlo. De ahí la conveniencia de recurrir a un asesor financiero, un profesional certificado y formado que se encarga de estudiar las necesidades y el perfil de un cliente para ayudarle en la planificación y las estrategias de inversión que le permitan tomar decisiones informadas y tratar de alcanzar sus objetivos a corto, medio y largo plazo. Para alcanzar, más que la libertad financiera, la tranquilidad vital.

 

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