Estrategia aplicada a las finanzas personales

 

La estrategia es una de las disciplinas que se ha incorporado en mayor medida a la economía, inicialmente la estrategia militar, y después la aplicada al poder y sus formas de influencia en el comportamiento humano.

Algunas críticas a esta simbiosis de conocimientos se basan en la idea de que el enfoque de la economía actual debería ser más colaborativo, y menos de conflicto. Sin embargo, la estrategia de decisiones se puede aplicar tanto frente a un enemigo como frente a un amigo, un aliado o un tercero; es cuestión de modificar los parámetros decisorios del modelo.

La forma de entender la estrategia desde el pensamiento oriental, es bastante distinta de la del pensamiento occidental, al menos en su parte más filosófica. La cultura oriental en general, y la china en particular, beben de una religiosidad y forma de ver el mundo diferente a la nuestra. La influencia de religiones como el taoísmo, verdaderamente líquidas y paradójicas, dan a la estrategia china un cariz flexible y adaptativo característico.

Por otra parte, hay voces en contra de aplicar maniobras de manipulación del comportamiento, con argumentos básicamente éticos y morales. Sin embargo, no saber utilizar los mecanismos del poder, en esencia, nos pone a merced de los que sí los dominan. El poder no es ni bueno ni malo, lo esencial es cómo se utiliza.

La importancia de saber adaptar nuestras inversiones a cada momento

Invertir nuestro dinero no es una decisión estática, ni en cuanto los productos financieros, ni en relación con nosotros mismos. Dice Sun Bin en el libro milenario conocido como la segunda parte de El arte de la guerra de Sun Tzu: “Cualquiera que tenga forma puede ser definido, y cualquiera que pueda ser definido puede ser vencido”.

También Sun Tzu hablaba de la importancia de la adaptación, en relación con no permitir que el enemigo sepa qué vamos a hacer: “El punto final de la formación de un ejército es llegar a la no forma. Cuando no tienes forma, el espionaje encubierto no puede descubrir nada, ya que la información no puede crear una estrategia”.

El ahorrador poco formado tiende a pensar que el mismo producto financiero sirve para cualquier momento. El ejemplo más claro son aquellos clientes que van contratando depósitos a plazo fijo, uno tras otro, a medida que van venciendo.

Incluso los que adaptan las inversiones a su perfil económico y personal, se olvidan a veces de que el mercado cambia y de que hay que tener estrategias dinámicas de inversión. En el caso de los fondos de inversión o de pensiones, hay que valorar de forma periódica si hay que cambiar de fondos, según la situación del mercado y los cambios en nuestra esfera personal. Si nuestra estrategia tiene forma y nuestro enemigo nos puede definir (siendo el enemigo en este caso la inflación o cualquier otro riesgo para nuestro dinero), nos acabará venciendo y perderemos capital o rentabilidad.

Invertir mirando al futuro

A la hora de invertir es necesario adaptarse a los cambios, pero también adelantarse a ellos. Si tenemos fondos de inversión a renta fija, saber cuándo van a subir los tipos de interés nos permitirá vender o cambiar de fondo a tiempo y evitar perder dinero.

Comenta Lao Tsé en su obra Tao Te Ching, uno de los libros básicos del taoísmo: “Los grandes problemas del mundo deben encararse cuando todavía son pequeños; por lo tanto el Sabio, no ocupándose nunca de grandes problemas, logra la grandeza”.

Ser prudentes

Ser prudente no significa no arriesgar, sino hacerlo asumiendo el nivel de riesgo adecuado para nuestro perfil y minimizándolo si con ello obtenemos la misma rentabilidad esperada.

Niccolò Machiavelli (República de Florencia, 1469), autor del  famoso libro El príncipe ―cuya obra ha influido de tal manera que ha propiciado la creación del vocablo maquiavelismo, utilizado para referirse a un ‘modo de proceder con astucia, doblez y perfidia’― comenta en su obra: “Es necesario, para quien disponga de una República y ordene leyes en ella, dar por supuesto que todos los hombres son malos y que hacen uso de la maldad de su alma cada vez que tienen ocasión de ello”.

Aplicado a las finanzas personales, esta forma de ver el mundo nos hace desconfiar de los que anuncian rentabilidades altas y poco riesgo. Sin riesgo no hay rentabilidad.

Trabajar, trabajar y trabajar

Para ser un buen inversor, aparte de nuestras propias habilidades, es necesario mucho trabajo. Formarse, informarse y asesorarse es una actividad que requiere de constancia, esfuerzo y perseverancia. Al igual que conquistar un Estado, lo que fácil se gana, fácil se pierde. Nos dice Machiavelli al respecto:

“Aquellos que sólo gracias a su fortuna se convierten de particulares en príncipes, con poca fatiga lo hacen, pero con mucha se mantienen […] Los Estados que surgen de repente, como todas las demás cosas de la naturaleza que nacen y crecen con prontitud, no pueden tener las raíces y adherencias necesarias, de modo que el primer choque de la adversidad los arruina.”

Ganar dinero no está reñido con ser buena persona

Para terminar, una reflexión que los mismos estrategas militares se hacen: la mejor guerra es la que se vence sin luchar. Hay multitud de ocasiones en las que ganaremos más dinero colaborando antes que luchando contra los demás, sea por la información útil que podemos intercambiar o por la ayuda que podemos conseguir en un momento dado por ser personas en las que se puede confiar:

Opina Sun Bin: “Actuar con integridad es un buen recurso para los guerreros. La confianza es una recompensa para los guerreros. Quienes desprecian la violencia son guerreros aptos para trabajar para los reyes”.

Y me quedo con la humildad que inspira este verso de Lao Tsé: “El Sabio viste una tela burda y lleva jade en sus pliegues”.

Pau A. Monserrat, director editorial de iAhorro

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