“No hay que seguir los acontecimientos con los ojos, sino con la cabeza”. Son palabras de André Kostolany, uno de los inversores de más prestigio, que empezó su carrera en 1924. Se le reconoce no solo por su brillante trayectoria financiera, sino también por ser uno de los pocos que fue capaz de obtener beneficios en el crack del 29.
La cita de Kostolany resume bien una idea que, como él, otros inversores han promovido: cuando las emociones toman el mando, el descontrol se apodera de las decisiones financieras. Algo que la historia se empeña en enseñarnos (y la sociedad en no aprender). Pero la rentabilidad no se puede dejar llevar por cantos de sirenas que puedan tentar al inversor con la ‘tierra prometida’ en un momento puntual, sino que obedece a una estrategia y planificación capaz de sortear cualquier imprevisto.
Este es un resumen de algunos de esos giros inesperados de la historia en los que se ha evidenciado la mala relación entre finanzas y emociones en tiempos de crisis. Y es que, cuando las emociones entran por la puerta, la rentabilidad puede saltar por la ventana:
1. Crack de 1929
La primera gran crisis de la era moderna tuvo lugar en Wall Street, el epicentro financiero del mercado estadounidense. Como suele ser habitual, al crack del 29 le precede una época de bonanza y euforia: los felices años veinte de entreguerras. En octubre de ese año, las cotizaciones bursátiles se dispararon hasta un 300%. Y así se pasó de la euforia al pánico: el de miles de inversores que se apresuraron a vender
las acciones que veían desplomarse aquel día.
“Las emociones han jugado un papel clave y han llevado a sus protagonistas en diferentes épocas y escenarios a precipitar sus decisiones”
2. Lunes Negro de 1987
De nuevo, un efecto ‘bola de nieve’ impulsado por una emoción: el miedo, que ponía punto final a una euforia alcista. En solo un día, el Dow Jones se desplomó un 22,6%. Se perdieron las ganancias acumuladas durante cinco años y millones de inversores empezaron a vender sus acciones. La bolsa nunca había caído tanto, ni siquiera en 1929. Pero ese lunes ‘negro’ empezó algunos días antes. Un ‘temporal’ que se dejó notar, y de qué manera, durante la sesión del 19 de octubre.
3. El ‘boom’ de las ‘puntocom’
A finales de los noventa llegaron las ‘puntocom’, modelos de negocio que surgían alrededor de Internet y el auge del correo electrónico y cuyo valor el mercado sobredimensionó. Se creó una burbuja, se infló y, de nuevo, explotó. Se estima que entre 1999 y 2000 se llegaron a lanzar en España más de un millar de empresas con apellido ‘puntocom’, contagiadas por el entusiasmo ‘tecnológico’. A todo esto, se suma el ‘efecto 2000’, el miedo a un error informático global y que generó una inversión millonaria previa para prevenirlo. Al final no hubo apocalipsis, pero la burbuja sí terminó estallando.
4. La Gran Recesión
Entre 2007 y 2009 el mundo entró en una profunda recesión financiera provocada por otro colapso: el ocasionado por una burbuja inmobiliaria y que derivó en la crisis de las hipotecas subprime. El 15 de septiembre de 2008 el cuarto banco de inversión más grande de Estados Unidos quebró, Lehman Brothers, dejando sin crédito a miles de negocios. Wall Street se desplomó de nuevo y todo lo demás no solo es historia, sino que, más de una década después, aún colea en todo el mundo.
“¿Qué hacer para evitar tropezar con la misma piedra de siempre? Solo la planificación escapa a la turbulencia financiera”
5. Del covid-19 al efecto ‘Pfizer’
La pandemia ha llevado a los mercados a transitar por todo tipo de emociones. El coronavirus, a su manera, inoculó el miedo en el mercado. Lo que en febrero de 2020 parecía ser solo un ‘problema’ para China se convirtió en pocas semanas en la pesadilla de muchos mercados, que se enfrentaban a dos crisis diferentes pero dependientes: la sanitaria y la económica. Del miedo a una recesión al subidón provocado por el anuncio de la eficacia de las esperadas vacunas.
Sin embargo, nuestras inversiones —a las que según economistas de la talla del Nobel Richard Thaler habría que echarles un ojo una vez al año— no deben guiarse por episodios puntuales de euforia o pánico. El buen inversor sabe dónde reside el verdadero enemigo de su rentabilidad: no es el covid-19, ni una burbuja, ni una fiebre, ni un apagón. Ni siquiera un conflicto bélico o un ‘lunes negro’. Porque de burbujas, fiebres, pelotazos y guerras, la historia está llena.
¿Qué hacer para no tropezar con nuestras finanzas en tiempos de crisis?
Las emociones han jugado un papel clave y han llevado a sus protagonistas en diferentes épocas y escenarios a precipitar sus decisiones en un momento en el que, como Kostolany apuntaba, lo inteligente era actuar con cabeza y no con el corazón. ¿Qué hacer para evitar tropezar con la misma piedra de siempre? Solo la planificación escapa a la turbulencia de nuestras finanzas personales en tiempos de crisis.
Los sentimientos no se pueden evitar, pero sí se pueden dejar al margen, apostando por la inteligencia emocional financiera. Con una estrategia que ponga el foco en el análisis y la definición de un plan que sepa adaptarse a nuestras necesidades y no a las fluctuaciones del momento. Una hoja de ruta que los Family Bankers de Banco Mediolanum alinean y planifican de forma personalizada según la capacidad financiera, necesidades y objetivos de los inversores.