miedo invertir dinero¡De acuerdo, es el momento! Ha llegado la hora de invertir, te dices. Y enseguida aparecen las dudas. No sé yo si la renta variable… ¡Menuda época de subidas y bajadas! Bueno, si gano un poquito… Luego lo retiro y eso que me llevo. Y si ha dado resultado, puede volver a funcionar… ¿O no?

Estas son algunas de las situaciones y actitudes provocadas por los llamados sesgos o trampas del cerebro, unos mecanismos mentales que nos impiden tomar las decisiones más adecuadas o actuar con claridad a la hora de invertir nuestros ahorros. A veces es una actitud conservadora la que se esconde tras un miedo que nos atenaza y no nos deja actuar, haciendo que nos quedemos quietos porque vemos cualquier movimiento como un riesgo. 

Los psicólogos lo llaman aversión a la pérdida, una trampa del cerebro que nos hace temer y evitar cualquier pérdida y nos impide ver que también podemos ganar. Como dice Richard Thaler, Nobel de Economía y padre de la Economía Conductual, “es dos veces mayor la desgracia de perder algo que la alegría de ganarlo”. 

Por eso, cuando nos planteamos la mejor forma de invertir nuestro dinero, hay quien prefiere hacerlo en activos más conservadores, como depósitos o renta fija, que tradicionalmente dan una menor rentabilidad. Anteponen estos vehículos a otras opciones, como la renta variable, que, a largo plazo, suelen dar un mayor rendimiento.

“Es dos veces mayor la desgracia de perder algo que la alegría de ganar eso mismo”, según el Nobel de Economía Richard Thaler.”

Nuestras dudas sobre cómo se comportarán las compañías en los mercados a largo plazo nos pueden más que el hecho de que, históricamente, la economía mundial siempre ha crecido a largo plazo y, por eso, nuestra mente nos lanza un mensaje: quédate con una ganancia previsible, aunque sea menor. Es el precio que pagamos por evitar la incertidumbre, aunque no siempre se trate de la decisión más racional.

El tiempo juega a nuestro favor

Otras veces aparece el llamado efecto disposición. Se produce cuando invertimos directamente en los mercados y obtenemos beneficios. Vendemos de inmediato para asegurarnos las subidas con una visión muy cortoplacista. Pero luego pasa lo contrario: cuando se acumulan las caídas somos reacios a vender porque estaríamos reconociendo las pérdidas.

Como dice el también Nobel de Economía Daniel Kahneman, nos movemos a golpe del impacto emocional inmediato de las ganancias y las pérdidas, sin aplicar una mirada de largo plazo. De hecho, ignoramos el hecho de que el tiempo es un aliado y que, a mayor horizonte temporal, más podríamos beneficiarnos del interés compuesto. Es decir, que nuestra inversión puede crecer más al ir acumulando los retornos cada año sobre el capital inicial.

Falta de autocontrol y el sesgo del statu quo

En este punto pensarás que efectivamente te comportas así. La falta de autocontrol y el sesgo del statu quo te llevan a no hacer nada por cambiar. ¿Y cómo puedes actuar? Pues darle un nudge a tu vida, un pequeño empujón, en su traducción del inglés, que te ayude a tomar mejores decisiones, como postula la teoría del nudge de Thaler. 

“Los humanos se despistan con facilidad, cometen toda clase de errores y les podría venir bien una arquitectura de las decisiones que les ayudara más”, asegura el Nobel de Economía de 2017. 

“Thaler defiende la teoría del pequeño empujón, como el acompañamiento de un asesor financiero para tomar las mejores decisiones”

Ahí es donde desarrollan todo su potencial los asesores financieros, como los Family Bankers de Banco Mediolanum. No solo porque se trata de especialistas en finanzas con una alta formación, sino porque tienen una visión objetiva y sin apegos emocionales de nuestro dinero. Pero, al mismo tiempo, poseen la empatía para saber que detrás de esos ahorros hay esfuerzos y metas.

Una estrategia financiera a medida —con los automatismos de ahorro adecuados— no solo nos permite planificar objetivos a nuestro alcance. Actúa de filtro para frenar el miedo a la pérdida; evitar entradas y salidas de mercado a destiempo guiadas por el efecto disposición o permanecer inmóviles por el sesgo del statu quo. En definitiva, se trata de salvaguardarnos de miedos y euforias al lado de profesionales que nos aportarán elementos para que tomemos las mejores decisiones financieras. 

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