Comprando en una entidad financiera

Como clientes de bancos, nos hemos acostumbrado a no pagar por determinadas prestaciones, pensando que nos salían gratis cuando en realidad el coste estaba oculto en el producto. Por ejemplo, nos dejábamos “asesorar” por el empleado de la oficina bancaria, quien nos recomendaba un producto que, casualmente, era el que tenía en campaña. El “no pagar” por el asesoramiento acababa resultando mucho más caro, al haber contratado un producto que no se ajustaba a nuestras necesidades.

Tampoco nos gustan las comisiones de mantenimiento de las tarjetas de débito o crédito, pero no nos fijamos, en cambio, en los intereses que nos cobran por pago aplazado.

Incluso hay clientes que, obsesionados por ir de banco en banco buscando el depósito bancario que ofrezca más interés, acaban perdiendo dinero porque el banco les cobra comisiones por la cuenta asociada.

“En la compra de productos financieros no sólo se trata de “pagar” menos sino también de “ganar” más”

Parece obvio, pero en la compra de productos financieros no sólo se trata de “pagar” menos (menos comisiones, menos interés del crédito…), sino también de “ganar” más (mejor servicio, más rentabilidad por los productos de inversión…). Porque un banco es una empresa que trata de maximizar el beneficio para sus accionistas. Este objetivo se mantiene aunque la normativa bancaria les obliga a recomendar productos financieros a sus clientes, como pueden ser un servicio de caja y de contabilidad (cuentas corrientes), productos para rentabilizar los ahorros (como depósitos bancarios o fondos de inversión) o un crédito personal o hipotecario.

¿Qué necesitamos para ser buenos compradores financieros?

Si tenemos claro que hay que seleccionar al banco con parámetros similares a cualquier otra empresa de productos y servicios, llega el momento de aprender a ser buenos compradores:

  1. Lo primero es adquirir una cultura financiera adecuada. Si somos el típico cliente que pone todo su dinero sólo en depósitos bancarios, probablemente no tengamos la formación financiera necesaria, ya que no hemos diversificado correctamente los ahorros. Además, un depósito no sirve para ahorrar a largo plazo; los fondos de inversión, por ejemplo, son una mejor herramienta para rentabilizar el dinero a medio y a largo plazo.
    “Hay que seleccionar al banco con parámetros similares a cualquier otra empresa de productos y servicios”

  2. En segundo lugar, cuando tenemos claro qué productos se ajustan a nuestras necesidades, llega el momento de analizar y comparar lo que nos ofrece el mercado. De la misma manera que no compramos el primer coche que nos ofrecen, tampoco debemos elegir el banco debido a que tenga una oficina cerca de casa o que hayamos visto un anuncio en la televisión. Comparar y analizar los diferentes bancos, por su solvencia y la opinión de sus clientes —para después hacer lo mismo con los productos financieros que ofrece— es básico para tomar decisiones inteligentes de compra.
  3. Informarse es el siguiente paso natural, que implica acudir a las webs, redes sociales y oficinas de las entidades financieras que nos han parecido mejores, tanto como empresa como por su oferta de productos y servicios. Un buen comprador analiza bien la empresa con la que contrata, estableciendo una relación a largo plazo si así se lo gana el vendedor.
  4. Comprar es la última y decisiva fase. Saber comprar implica tomarse en serio la firma del contrato, sea una simple cuenta corriente en la oficina del banco o un préstamo hipotecario ante notario. Firmar sin leer es, con toda seguridad, un billete al fracaso financiero. Lo que no entendemos debemos preguntarlo, tanto al banco como a profesionales independientes.

Convertirse en un buen cliente bancario implica, en realidad, ser un buen comprador financiero.

Pau A. Monserrat, director editorial de iAhorro

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