como evitar ser arrollado en mercados financierosLa palabra pánico, la cual ha llegado hasta nuestros días procedente de Pan (un dios de la mitología griega que provocaba ataques de terror en animales y hombres), sigue vigente y toma sentido en nuestra vida actual en múltiples ocasiones. Lo mismo ocurre en los mercados financieros. ¿Quién no se ha lanzado a la huida solo por el hecho de que también lo hacen los demás?

El pánico en la inversión

Cuando las bolsas empiezan a caer con fuerza, se aprecia enseguida una escapada en masa, dado que el resto del “rebaño” imita esta reacción y se desprende de sus acciones para correr más rápido. Lo cierto es que, a título personal, nuestra primera reacción sería hacer lo mismo: nuestro cerebro no se para a pensar por qué ha salido corriendo y gritando el de enfrente, solo puede ver que hay una huida y siente una fuerte inclinación a ponerse a cubierto, vendiéndolo todo. ¡Así es una oleada de pánico!

En este arranque de año, entre enero y febrero, meses en los que el dios Pan hizo de las suyas en mercado, multitud de inversores salieron volando y se llevaron consigo más de 1.500 millones de euros de los fondos de inversión en España. Muchos de ellos lo hicieron en zona de mínimos de los últimos años, en uno de los peores momentos para vender. No se pararon a analizar si era solo una tormenta más, si era otro rayo y otro trueno como la última vez, no. Corrieron sin más, imitando a los primeros que habían salido a todo trapo.

“Cuando salimos de los mercados en los momentos de pánico, nos llevamos una parte de la caída y además nos perderemos el inicio de la recuperación”

El problema, probablemente, no está en este sistema de supervivencia. El ser humano necesita tener “detectores de humo” y un plan para evacuar los incendios si se activan las alarmas. El inconveniente radica en la altísima sensibilidad que tienen algunos inversores a estas ¡Es como si nuestro detector de incendios se activara con el humo de nuestro café cada vez que abrimos la puerta del microondas! 

Efectos negativos de actuar llevados por el pánico

¿Podemos medir el coste de esta sobrerreacción? En nuestra vida diaria resulta complicado, pero en los mercados sí podemos poner cifras que nos ilustren.

Para empezar, cuando salimos en los momentos de pánico, no solo nos hemos llevado ya con nosotros una parte significativa de la caída, sino que además nos perderemos el inicio de la recuperación. La vuelta de las bolsas a la normalidad tras las locuras transitorias habituales suele ser muy pronunciada.

El gráfico a continuación, tomado de la guía trimestral “Market Insights” de JPMorgan AM, muestra el “coste” por omisión de perderse los mejores días de mercado, muchos de los cuales se producen precisamente tras los mínimos.

La diferencia entre estar completamente invertido, sin dejarse llevar por el pánico, respecto a perderse los mejores 10 días del mercado puede suponer acabar obteniendo la mitad de la rentabilidad, de acuerdo con los datos para el período 2001-2015.

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La rentabilidad de mis inversiones

Pero hay un segundo efecto. Las cotizaciones habrán corrido sin nuestra participación, con la sensación de que nos hemos quedado fuera. Y el recuerdo del miedo que pasamos en aquel momento seguirá muy presente en nosotros. Curiosamente, así como la sensación de temor inicial fue colectiva, durante la fase de recuperación nuestro razonamiento pasa a ser individual. 

“¿Qué podemos hacer para evitar caer preso del pánico y de la euforia con nuestras decisiones financieras?”

Creemos que los que ahora compran no son conscientes del peligro latente en los mercados, que la subida desde mínimos ha sido muy vertical y que no están considerando todos los riesgos. Curiosamente, no imitamos a esos pioneros que vuelven a comprar, sino que los tomamos por unos inconscientes… Aquí no hay comportamiento colectivo que valga: tras salir todos corriendo del edificio por la alarma antihumos, nadie quiere seguir al primero que decide volver a entrar. La gente prefiere quedarse esperando y comprobar que el que ha entrado no sale chamuscado.

¿Qué ocurre si tomamos decisiones apresuradas?

En los mercados, de nuevo, el deseo de seguridad tras un episodio de pánico vuelve a tener un coste. Primero, a corto plazo, por no participar de la comentada subida. Pero después, a largo plazo, porque cuando acabemos entrando quizá sea ya demasiado tarde… Y, por desgracia, tal vez volvamos a hacerlo de manera irracional y contagiosa, en este caso por el lado de la euforia.

¿Qué podemos hacer para evitar caer presa del pánico y de la euforia con nuestras decisiones? Realizar una parte significativa de nuestras inversiones a partir de aportaciones periódicas automáticas. Así, distribuiremos nuestros puntos de entrada a lo largo del tiempo y será más fácil que no acabemos saliendo en pánico y llegando en la euforia.

Además, es clave contar con un profesional del asesoramiento que conozca muy bien nuestra situación, nuestras expectativas y nuestras emociones. Que nos ayude a recordar y modular los impulsos que llegan desde los mercados y a tomar las mejores decisiones para nuestro patrimonio.

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