Los empleados de banca son, cada vez más, una especie en vías de extinción. Y no lo decimos nosotros, es lo que sinceramente piensan muchos profesionales del sector al ver el panorama actual, como ya adelantamos hace algún tiempo en el artículo “Claves para la supervivencia del profesional de banca”. Sin embargo, concluíamos entonces que “sería más certero hablar de evolución en vez de extinción”, pues lo que realmente está teniendo lugar es la evolución del empleado de banca al asesor financiero. Cuando pensamos en evolución, lo primero que nos viene a la cabeza es Darwin. ¡Y no vamos desencaminados! Porque como este científico adelantó, la evolución no es más que experimentar algunos cambios de mejora para asegurar la supervivencia en un hábitat en constante transformación.
“Ser asesor financiero supone una forma de vida distinta a la de empleado de banca”
Sin ánimo de alarmar a nadie, la realidad es que, en los próximos años, la transformación del sector bancario se agudizará: de hecho, muchas entidades bancarias han anunciado procesos de reestructuración y constantemente se habla de nuevas fusiones bancarias. Evolucionar hacia el nuevo profesional —un asesor financiero con una cartera de clientes fieles y satisfechos— supone, como el Alejandro Magno sentenció “conocerse a fondo a sí mismo”. Sin embargo, muchos de los que ya han encontrado “su racionalidad” para el cambio, tienen por delante el reto de analizar “sus miedos y pasiones”. Para tranquilizar a aquellos que se encuentran en esa fase, vamos a exponer algunas buenas razones para dar el salto profesional definitivo como asesores financieros.
¿Cuáles son las motivaciones para evolucionar a asesor financiero?
Hace algún tiempo, preguntamos a varios Family Bankers de Banco Mediolanum sus motivaciones para evolucionar hacia la figura de asesor financiero y nos sorprendió la amplitud y variedad de la casuística. A priori pensamos que el dinero era, si no el único, el principal objetivo del cambio. Y aunque pesa, ¡descubrimos que estaba lejos de ser el principal! Aquí os dejamos una síntesis de las motivaciones que más incidieron en la decisión de cambio de estos profesionales:
Ingresos. Supone quizá, junto a la estabilidad, el mayor freno; pero, paradójicamente, el mayor estímulo para el cambio. Todos coincidieron en apuntar que sentían como incierto el futuro y consideraban un error, aunque humano, instalarse en el “a mí no me va a tocar”. Asumieron que los principios podrían ser duros económicamente, pero con el tiempo la estabilidad se sustenta en una cartera de clientes satisfechos con los que se establece una relación a largo plazo. Por otro lado, los ingresos están directamente relacionados con el esfuerzo y la valía. A mayor esfuerzo, más clientes y más ingresos.
“¿A qué esperas para dar el salto profesional que cambiará tu vida a mejor?”
Cambio de forma de trabajar. Al igual que con la retribución, muchas personas prefieren la rutina. ¡También es humano! Sin embargo, la flexibilidad no es una elección, sino una imposición en la que internet tiene mucho que ver. El cliente cada vez se ajusta menos a horarios o lugares, y solo siendo flexible se puede ofertar flexibilidad. Aunque es conveniente —indicaron todos ellos— saber organizarse en una relación de vida personal/profesional más difusa. Ser asesor financiero supone una forma de vida distinta a la de empleado de banca, con inconvenientes pero, por otro lado, con muchas ventajas. Por ejemplo, la flexibilidad en la gestión del propio tiempo, la posibilidad de centrarse en un asesoramiento basado en las necesidades y exigencias de los clientes o la construcción de una cartera estable de clientes satisfechos.
Objetivos profesionales distintos. ¡Esta motivación es sin duda una sorpresa muy grata! Hay personas que han dado el salto porque anhelan una relación más honrada y ética con el cliente, profesionales cansados de anteponer los intereses de la entidad, incluso los suyos, a los de las personas que confiaban en ellos. Por otro lado, la mejor manera de triunfar en esta profesión es ganarse la confianza de los inversores presentes y futuros.
Seguridad. Ser autónomo implica, a largo plazo, distribuir los huevos en distintas cestas. La diversificación no solo es recomendable para gestionar las inversiones de nuestros clientes, sino que también es acertada para la carrera profesional, donde se plasma mediante una cartera de clientes satisfechos.
Buen ambiente profesional. Otra de las motivaciones que sorprende para bien. Todos los asesores con los que hablamos destacaron que los últimos años de trabajo en otras entidades financieras habían soportado ambientes malsanos que perturbaban incluso su plano personal. El salto a un entorno donde hay una mezcla de camaradería y complicidad, pero a la vez de independencia, había supuesto un alivio para ellos. Incluso alguno ha reconocido que el cambio ha repercutido positivamente en su vida familiar.
¡La lista podría seguir! De hecho, cada cual puede sumar su propia motivación. Es lo bueno de ser independiente. Tu historia no tiene por qué ser diferente. ¿A qué esperas para dar el salto profesional que cambiará tu vida a mejor? Adelántate al futuro y sé proactivo.
¡Comienza ya tu nueva carrera!