Ser hombre o mujer cambia a la hora de invertir

¿Influye el género a la hora de invertir? ¿Existen prioridades de ahorro distintas por el hecho de ser un hombre o una mujer? ¿Actuamos igual ante nuestro dinero con el paso de los años? Entre muchos otros aspectos, la neuroeconomía, la parte de la neurociencia que se encarga de estudiar cómo tomamos decisiones financieras, también estudia cómo reacciona nuestro cerebro en función de nuestro sexo (y también de la edad).

“El cerebro del hombre y de la mujer son similares, pero tienen pequeñas diferencias. No son ni buenas ni malas, todo depende de cada contexto”. Lo dice Pedro Bermejo, neurólogo, doctor en neurociencias y máster en biología del comportamiento. Según el autor de libros como Neuroeconomía, Quiero tu voto y El cerebro del inversor, estas diferencias de género son “complementarias y nos han ayudado a evolucionar como especie”.

Las mujeres y la memoria emocional

Según algunos estudios, la mujer tiene una mayor memoria emocional. “Ante una pérdida económica grande, si ésta incluye además un importante valor sentimental como, por ejemplo, un proyecto profesional o negocio fallido al que ha dedicado esfuerzo y recursos, recordará mucho más esa pérdida”, resalta Bermejo. Pasa exactamente lo mismo con las decisiones de mercado. “Ante una bajada brusca, las mujeres recuerdan mucho más ese tipo de episodios”. Según el experto en neuroeconomía, “una ahorradora será más consciente de una pérdida y le costará volver a invertir; se tornará más conservadora”.

Los hombres, cuestión de testosterona

En el caso de los inversores masculinos, hay un componente físico que marca su comportamiento financiero: la testosterona. “A mayor cantidad de testosterona, más agresivo y arriesgado será su perfil inversor”. Esa impulsividad le llevará a gastar dinero en un capricho o a invertir en productos de mucho más riesgo. El organismo, por lo tanto, determina su actitud en la toma de decisiones. “Esa cantidad de testosterona le convierte en menos cognitivo”, sentencia Pedro Bermejo.

Productos de inversión según el género

De hecho, y teniendo en cuenta las diferencias cerebrales entre géneros, la naturaleza masculina tiende más a invertir en derivados, en futuros. “Son más arriesgados, y entran y más salen del mercado de valores”. En cambio, “ellas tienden a buscar fondos de inversión, a tener una actitud más precavida y mirando más a largo plazo. Con menos movimiento”, señala el neurólogo.

La genética predispone

Cuando vamos a tomar una decisión financiera, se nos activa una parte del cerebro que se llama sistema de recompensa cerebral, que analiza las características positivas de esa elección. Pues bien, ese sistema de recompensa cerebral funciona con un neurotransmisor que es la dopamina. Como señala el autor de El cerebro del inversor, “existen determinados estudios que vinculan determinados genes relacionados con la dopamina con el hecho de tener mejor y peor resultado financiero”.

Factores externos

Además de la genética, hay factores externos que pueden influir en nuestra predisposición o reticencia a invertir.

  • La luz. De momento, ningún estudio certifica la incidencia de la contaminación (más allá de algún tipo de alteración o lesión cerebral). En cambio, “cuanta más intensidad lumínica, más eufóricos estamos”, comenta Bermejo. “Y eso nos abre a tomar decisiones arriesgadas”. Trasladado al paso de las estaciones, “en enero no se invierte lo mismo que en agosto. Y en el mismo mes, la gente tiende a invertir más en un día soleado que en un día gris”, concluye el doctor en neurociencias.
  • La influencia de la luna. ¿Y el influjo de la luna? ¿Interviene en nuestro estado de ánimo? ¿O lo dejamos para la literatura y las letras de canciones? Dice Pedro Bermejo que “hay que ser precavido, pero sí parece que los días de luna llena se producen ciertas alteraciones hormonales”. Y esto traducido a las finanzas significa que “habitualmente hay una tendencia más baja a la inversión”. De hecho, dice Bermejo: “la luna llena se relaciona con más patologías o alteraciones médicas, brotes psicóticos, crisis epilépticas, episodios de migraña… Y eso influye en las decisiones cuando estamos pendientes de si sube o baja un índice bursátil”.

Millennials y el paso del tiempo

La fecha de nacimiento en el DNI importa. “Los cerebros de los millennials funcionan de forma distinta por el uso de las nuevas tecnologías, incluso puede haber más efecto manada (copia del comportamiento del resto de la gente)”, con lo que su toma de decisiones se ve alterada.

También influye el paso del tiempo. A lo largo de los años, la testosterona baja y, por lo tanto, según lo que puntualiza Pedro Bermejo: “somos menos agresivos respecto a las inversiones”. Es más, en edades avanzadas, a partir de los setenta y cinco años aproximadamente, cambian las estructuras cerebrales y solemos basarnos más en la confianza.

El equilibrio del asesoramiento profesional

Además de nuestro ciclo vital, nuestro riesgo disminuye progresivamente a medida que adquirimos patrimonio. “Una persona a los treinta años arriesga más que una persona que, con sesenta, ya tiene sobradamente cubiertas sus necesidades para el resto de su vida”, explica Bermejo. “Otra cosa es que sepa dónde se tiene que arriesgar, el momento”.

Y ahí es donde entra la figura de un profesional de las finanzas. Un asesor formado, alineado con nuestras circunstancias, pero con la suficiente distancia para evitar que gestionemos nuestro ahorro atrapados por la euforia de los mercados o arrastrados por el pánico de los mismos. Un profesional, que en Banco Mediolanum llamamos Family Banker, que se muestra empático con nuestros sueños, pero decisivo para que nuestras hormonas o estructuras cerebrales no perjudiquen nuestras decisiones. Sin duda, contar con su ayuda para alejarnos de todos los condicionantes que hemos conocido y que, queramos o no, influyen en nuestras decisiones financieras.

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