markowitz
“No poner todos los huevos en una misma cesta.” Esta es una de las reglas de oro en el mundo financiero, fácilmente comprensible para cualquier inversor de a pie y que debería guiar a todos aquellos que se propongan dar el paso de ahorrador a inversor. Se trata de una metáfora sobre cómo mitigar el riesgo que va asociado, inexorablemente, a las inversiones en una estrategia básica.

Y es que, una vez que se ha dado el paso de invertir, tratar de buscar rentabilidad, minimizando los riesgos de la gestión de carteras, se convierte prácticamente en un mantra. Esto cobra aún más relevancia en un mundo que vive numerosas incertidumbres geopolíticas (conflictos bélicos, resultados electorales) que impactan de manera diferente en países, sectores y activos.

Diversificación y el modelo de Markowitz: una gestión eficiente del riesgo

A ello se suma que no todos los inversores son iguales, pues unos tienen aversión a la pérdida y otros son más tolerantes, como tampoco lo son sus objetivos financieros. Bajo estas dos premisas: percepción del riesgo y horizonte temporal, el economista estadounidense Harry Markowitz (1927-2023), galardonado con el Premio Nobel de Economía en 1990, desarrolló una herramienta de gestión de carteras de inversión basada en la teoría de formación de carteras, con la identificación de la cartera óptima para cada inversor en términos de rentabilidad y riesgo. 

El modelo de Markowitz supuso un antes y un después en la historia de la inversión al tomar en consideración la importancia del binomio rentabilidad/riesgo y el efecto reductor que tiene la diversificación sobre este último. En ningún caso es una fórmula mágica, sino un instrumento útil que podría ayudar a los inversores a tomar decisiones más informadas y a tratar de minimizar riesgos.

Lecciones del modelo de Markovitz

Su gran contribución es que enseñó a diversificar las finanzas. De la aplicación del modelo de Markowitz se pueden extraer algunas conclusiones.

  1. Es conveniente escoger activos más allá de que sus rendimientos históricos hayan tenido comportamientos excepcionales en el pasado. Quizá no se repitan. Por ejemplo, el sector de las telecomunicaciones vivió su apogeo a finales de los noventa y principios de los dos mil gracias a la expansión de la telefonía móvil e internet. Una situación muy distinta a la actual por la mayor competencia y el mundo digital.

  2. El potencial de rentabilidad de un activo es proporcional a su nivel de riesgo. Tradicionalmente, la inversión en renta variable ha tenido un mayor potencial a largo plazo y, al mismo tiempo, un nivel de riesgo superior que los activos considerados más conservadores, como la deuda pública o la renta fija.

  3. El riesgo de una cartera de inversiones depende de cómo se relacionan entre sí los activos que la componen. Es recomendable estudiar la combinación más acorde posible con el perfil y los objetivos del inversor para tratar de disminuir el impacto de la volatilidad en tiempos de turbulencias en los mercados.

  4. Markovitz consideraba que una cartera eficiente es la que presenta el menor riesgo posible para un nivel determinado de rentabilidad. Para ello debe estar diversificada en activos descorrelacionados, es decir, que no se vean afectados por el ciclo económico o por los mismos elementos. Una vez identificada, se diseña la cartera óptima, que busca un equilibrio entre el máximo rendimiento para alcanzar los objetivos y el mínimo riesgo, los dos componentes del binomio rentabilidad/riesgo. Para ello se utilizan curvas de indiferencia del inversor, que representan las combinaciones de riesgo y rentabilidad que estaría dispuesto a aceptar este.

  5. Cada inversor tiene su propia tolerancia al riesgo, un elemento fundamental para componer una cartera que minimice el riesgo lo máximo posible.

De este modo, diversificar la cartera en diferentes activos y tipos de inversión minimiza el riesgo y la volatilidad. Además, al tener en cuenta el perfil de riesgo de cada inversor, el modelo ayuda a crear carteras personalizadas que se ajustan a las preferencias específicas.

 Cinco tipos de diversificación de finanzas clave

En la práctica, la diversificación financiera se puede poner en práctica para tratar de maximizar las oportunidades de los mercados y minimizar el riesgo a través de diferentes modalidades que, en el caso de Banco Mediolanum, llamamos 5D

  1. Temporal: corto, medio y largo plazo, según los objetivos de inversión. No es lo mismo contar con diez años de horizonte temporal que con tres. El primero tiene más margen para absorber el riesgo que el segundo, en el que prima la preservación del capital.

  2. Entre títulos: una vez fijado el horizonte temporal, se seleccionan los activos. Por ejemplo, el fondo de inversión es un vehículo asociado a la diversificación porque, en general, está compuesto por un gran número de activos.

  3. Geográfica y sectorial: se recomienda evitar poner todos los huevos en una misma zona geográfica o en un sector concreto, dado que las crisis o las fases de fuertes turbulencias, aunque sean de carácter global, impactan siempre de forma desigual.

  4. Potencial de crecimiento: tras acotar la diversificación en función del horizonte temporal, también se recomienda tener en cuenta la inversión a largo plazo en mercados con mayor potencial de crecimiento, como son los países y las empresas emergentes.

  5. Tipología de productos: existen distintos instrumentos que, combinados adecuadamente, también pueden ayudan a diversificar la inversión, para tratar de reducir el riesgo y adaptarse a las exigencias del ciclo financiero de la vida del inversor.

Por supuesto, se trata de un camino que no hay que recorrer solo. El acompañamiento de un asesor financiero es recomendable para determinar nuestro nivel de riesgo y la planificación, así como las estrategias de inversión adecuadas que nos permitan tomar las mejores decisiones para tratar de alcanzar nuestros objetivos financieros.

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