Las emociones pueden llegar a dominar nuestras decisiones de inversión porque nos crean expectativas optimistas o pesimistas del mercado que pueden hacer que entremos en él o nos retiremos 

En ocasiones, el inversor aparta a un lado la racionalidad y se deja llevar por sesgos cognitivos o trampas del cerebro que pueden alterar, en mayor o menor medida, sus decisiones finales.

Si vamos al extremo, un exceso de emoción puede acabar desembocando en optimismo o exuberancia irracional. O, al contrario, en un pánico desmedido

Por esa razón, Benjamin Graham, considerado el padre del Value Investing, dijo que «el principal problema del inversor, e incluso su peor enemigo, probablemente sea él mismo».

El mercado sigue su curso por mucho que un inversor sucumba a determinados estados emocionales. Sin embargo, cuando se impone la mentalidad de manada la cosa cambia. 

La “fiebre bitcoin” y el optimismo desatado

Esto pasa, por ejemplo, cuando los inversores se ven fascinados por un activo determinado y lo elevan a niveles desorbitados. De hecho, las burbujas financieras tienen una mezcla de crédito fácil y optimismo desatado que nos lleva a ignorar los riesgos. Desde los bulbos de tulipanes en Holanda en 1636 hasta el bitcoin, la subida artificial de los precios siempre sigue el mismo patrón.

En España hemos tenido ejemplos de esa “exuberancia irracional”. ¿Recordáis aquello de que la vivienda nunca bajaba? Catorce años después del pico del mercado inmobiliarioel precio del metro cuadrado llegó a los 2.053 euros en junio de 2007—, el mercado todavía está por debajo de los máximos registrados entonces. Actualmente está en 1.786 euros el metro cuadrado.

Arrastrados por las malas noticias

Pero también hay que analizar el lado negativo, las malas noticias que nos llevan desde el pesimismo hasta el pánico más absoluto. Si los inversores pierden de repente la confianza en el dinamismo de la economía y deciden dejar de invertir, los mercados caen. Todo ello, independientemente de la marcha de las empresas que están detrás de las acciones.

“Las emociones pueden llegar a dominar nuestras decisiones y desembocar en una exuberancia irracional o en un pánico desmedido”

Ese pánico desmedido lo vimos en el mes de marzo de 2020, en pleno estallido del covid-19. Las bolsas cayeron a plomo, con sesiones de pérdidas de hasta dos dígitos. La pandemia contagió de pesimismo el ánimo de los inversores ante la recesión global que se avecinaba, fruto de las restricciones impuestas para controlar la propagación del covid-19.

No obstante, la renta variable global se recuperó desde sus mínimos y consiguió cerrar el año en positivo. Esto se debe a que, a pesar del deterioro de las expectativas económicas, hay que tener en cuenta que el mercado está dominado ahora por un grupo de empresas tecnológicas a las cuales nos referimos bajo el acrónimo de FAANG (Facebook, Apple, Amazon, Netflix y el propietario de Google, Alphabet) y a ellas les ha ido bastante bien, en parte debido a los cambios en el gasto de los consumidores como resultado de la pandemia del covid-19.

Estrategia para seguir con los pies en el suelo

De forma regular se producen estos vaivenes bruscos que pueden hacernos perder el contacto con la realidad. La mejor manera de prepararse ante situaciones de este tipo es tener previamente una estrategia de inversión todoterreno bien definida: independientemente del momento que esté viviendo el mercado, uno debe saber cómo actuar. 

“Desde los bulbos de tulipanes en Holanda en 1636 hasta el bitcoin, la subida artificial de los precios siempre sigue el mismo patrón”

Y la mejor manera de navegar por la volatilidad es la anticipación y contar con el acompañamiento de un profesional de las finanzas, un asesor financiero. Se trata de definir nuestros objetivos en el tiempo y de trazar una estrategia financiera acorde con nuestras circunstancias reales. Con una visión clara de hacia dónde vas, podremos aplicar las soluciones y métodos adecuados que nos aíslen del ruido del momento, se llame como se llame.

De este modo, en etapas dominadas por esa llamada exuberancia irracional, no estaremos a expensas de una euforia desmedida de la demanda. Por el contrario, en las situaciones de pánico, cuando descienden las cotizaciones, podremos invertir en mejores condiciones pensando en el largo plazo como el gran aliado de todo ahorrador.

 

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