Desde hace algunos años hay un término económico que se ha puesto de moda por encima, incluso, de la propia crisis: la Prima de Riesgo. Se trata de una magnitud económica que pone en relación el diferencial de financiación de los distintos estados de la Unión Europea con respecto a Alemania. Desde un enfoque más sencillo, es lo que a un país le cuesta que le presten dinero en relación a lo que le cuesta a Alemania y, a la postre, mide la credibilidad financiera de un estado. Esto es, lo confiable que es para poder hacer frente a los pagos de su deuda.

En julio de 2012 España situó su prima de riesgo en 649 puntos, su máximo histórico. Lo que significa que España tuvo que pagar un 6,49% más de interés que Alemania para colocar su deuda pública. ¿La causa? Que los inversores dudaban de España y para decidirse a invertir en nuestra deuda pedían un tipo de interés más alto.

Pero más allá de las grandes cifras de la economía, una prima de riesgo elevada también tiene efectos directos en la economía de las familias. Los bancos actúan, aquí, como correa de trasmisión. Las entidades bancarias cuando van a buscar dinero al mercadotienen que pagar más por ese dinero. Eso significa que el crédito disminuye y se hace más caro, lo que afecta, de manera directa, a empresas y familias.

El sector privado se contagia rápidamente de esta situación. En un primer momento, se paraliza la inversión y, tras ella, se resienten la productividad de las empresas y el consumo de los ciudadanos. En definitiva, la economía se frena y todos los engranajes quedan afectados. Una empresa que no logra acceder a crédito ve mermadas sus fuentes para financiar su actividad diaria, no puede acometer inversiones y, al final, se resienten sus resultados.

En casos graves, esta situación puede obligar al empresario a bajar de manera drástica los sueldos o, incluso, a tener que reducir su plantilla. Los trabajadores con menor poder adquisitivo o sin empleo, no podrán mantener sus niveles de consumo, por lo que afectarán al resto del sistema económico.

¿Y para los ahorradores? Nadie escapa a los efectos negativos de la prima de riesgo. Por un lado quienes han invertido en renta fija pueden ver reducido el valor de su inversión. Por otro lado, una de las instituciones económicas que de manera más directa se ve afectada es la bolsa. Los inversores, por desconfianza, huyen de los mercados que presentan primas de riesgo muy elevadas y eso tiene un efecto inmediato en la rentabilidad de las inversiones de los ahorradores. Por ello, Banco Mediolanum insiste en la necesidad de diversificar las inversiones: esta medida minimiza el impacto de las contingencias de los mercados en los ahorradores. Tener la posibilidad de invertir en varios países, en diferentes tipos de activo, en multitud de títulos y en varias divisas es una fórmula para sortear obstáculos como la prima de riesgo de los países más afectados por la crisis.

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