La inversión a largo plazo y la nueva reforma fiscal

Recientemente se ha anunciado una nueva reforma fiscal que, en materia de ahorro, tiene como objetivo avanzar en términos de eficiencia y neutralidad, dotando de una mayor homogeneidad en el tratamiento fiscal a las distintas rentas del ahorro, a la vez que se estimula su generación. Son varias las medidas fiscales tomadas en relación con este objetivo.

Las medidas más destacadas de la reforma fiscal

  • Se establece una nueva tarifa aplicable a la base liquidable del ahorro, reduciendo los tipos marginales. Los ahorradores que ganen menos de 6.000 euros en intereses y demás rendimientos del capital mobiliario, pasarán de tributar a un tipo marginal del 21% (año 2014) a un 20% (2015) y luego a un 19% (2016). Buenas noticias a la hora de tributar por la venta de participaciones en un fondo de inversión, el cobro de intereses de un depósito o los cupones de la deuda pública.
  • Las ganancias patrimoniales con generación inferior a un año (sean debidas a participaciones de un fondo de inversión, o a venta de inmuebles o de acciones) se ven muy beneficiadas respecto a la normativa de 2014, ya que en lugar de tributar en la base imponible general, pasan a hacerlo igual que el resto de las ganancias patrimoniales, según las nuevas tarifas aplicables a la base liquidable del ahorro. No tenía mucho sentido que los intereses de un depósito a 6 meses tributaran en la base del ahorro y la venta de un fondo de inversión contratado el mismo día lo hiciera en la base general. Homogeneizar los impuestos que pagan los diferentes productos de inversión es una buena medida que elimina distorsiones en la toma de decisiones del cliente.
  • Se elimina la exención por cobro de dividendos de los primeros 1.500 euros, a partir del año 2015. Una mala noticia para el pequeño inversor bursátil.
  • Se permite a los accionistas que en su momento canjearon este activo por sus participaciones preferentes que puedan compensar la eventual ganancia patrimonial en la venta de acciones con las pérdidas sufridas antes por la amortización de las preferentes.
  • Se reduce a 8.000 euros la cantidad máxima anual que nos podemos desgravar de nuestra base imponible, en relación con las aportaciones a los planes de pensiones. Por otra parte, la reducción de tramos de 7 a 5 y la rebaja en los diferentes tramos de los tipos marginales tendrán un efecto positivo en la factura fiscal de los ahorradores que rescaten sus planes de pensiones en 2015 y 2016.
  • Se crea un nuevo producto financiero a efectos fiscales, los llamados Planes de Ahorro a Largo Plazo, que a cambio de no disponer de lo invertido en al menos 5 años, nos ofrece la ventaja de no tributar por los rendimientos obtenidos. Se limita esta ventaja a un máximo de ahorro de 5.000 euros al año que se puede canalizar mediante un depósito o cuenta bancaria, o bien mediante un seguro de vida.

¿Cómo afecta la reforma fiscal en materia de ahorro e inversiones?

No podemos hablar de rebaja de impuestos general, ya que hay ahorradores que se verán beneficiados y otros perjudicados. El pequeño inversor en Bolsa sale perdiendo en cuanto a la tributación de los dividendos, pero ganará si vende las acciones antes de un año a partir de 2015, al igual que lo hará por la rebaja de tipos marginales de la base imponible del ahorro.

Los planes de pensiones ven que su tratamiento fiscal empeora si hablamos de la cantidad máxima deducible de la base imponible, al pasar de 10.000 euros (menores de 50 años) a 8.000 euros para todos los contribuyentes a partir de 2015. Sin embargo, los rescates en los próximos años tributarán a un tipo marginal más bajo.

Es interesante analizar el mensaje que se manda al ahorrador en cuanto al ahorro a largo plazo. El establecimiento de un horizonte de 5 años como “largo plazo”, además de hacerlo en dos productos específicos como los seguros de vida y los depósitos bancarios, acaba influyendo en las decisiones de contratación del ahorrador. Por una parte, está claro que 5 años no es un horizonte temporal suficiente si el objetivo del cliente es tener recursos para la jubilación, por ejemplo. Cada vez se tiene más claro que en un futuro las jubilaciones públicas no serán suficientes para mantener un nivel de vida determinado, con lo que irá ganando importancia la necesidad de ahorrar para cuando dejemos de trabajar. En este sentido, un producto a 5 años no es la mejor forma de potenciar que la gente ahorre para el momento en el que se jubile. Mejorar la liquidez de productos como los planes de pensiones habría sido una manera mejor de potenciar el ahorro a largo plazo.

Por otro lado, fijar solo dos productos (los seguros de vida y los depósitos o cuentas bancarias para los exentos de tributación) tampoco es la medida ideal para incentivar un ahorro a largo plazo. El cliente actual tiene, en general, una cultura financiera baja que le dificulta entender determinados productos y, además, le complica saber cuál es más interesante en cada momento según su propio perfil y objetivos. A partir de ello, la reforma ha pretendido elegir productos sencillos y con poco riesgo, lo cual tiene sentido. Sin embargo, el seguro de vida no es tan sencillo como puede parecer a simple vista y el depósito bancario no es siempre el mejor vehículo inversor para ahorrar en un horizonte temporal amplio.

Los fondos de inversión, por su liquidez, la tributación diferida hasta la venta de las participaciones, la posibilidad de cambiar de fondo en cualquier momento y la flexibilidad en cuanto a los activos y las zonas geográficas en que se invierte, serían el producto más adecuado para un inversor, a corto o largo plazo, que tenga los conocimientos necesarios para elegir el fondo y sepa en qué momento cambiar, ajustando su inversión a los cambios en su situación personal y económica, así como en sus objetivos y preferencias.

El cliente español típico invierte sus ahorros en depósitos, renovándolos en la misma entidad financiera o cambiando de banco al vencimiento. Lo hace según la seguridad que percibe de ese tipo de productos y la sencillez de la naturaleza de estos. Sin embargo, sacrifica rentabilidad y no optimiza su fiscalidad, un coste que existe y el cliente no acaba de percibir en su totalidad.

Saber diversificar la cartera de inversión es fundamental para cubrir todas las necesidades de un ahorrador y limitar los beneficios fiscales a dos productos determinados envía una señal contraria al contribuyente. Podríamos decir que la mejor vacuna ante los riesgos económicos que nos amenazan es la cultura financiera, que nos permite minimizar los riesgos y maximizar los réditos de nuestras inversiones. Esta es la reforma más importante: la de la formación.

Pau A. Monserrat Valentí, director editorial de iAhorro.com

 

 

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