¿Qué es para ti el riesgo?; ¿es el peligro de perder dinero?; ¿es el temor de no poder pagar el colegio de tus hijos o no poder jubilarte cuando te gustaría?; ¿o es, más bien, la intranquilidad de ver que tus inversiones pueden subir y bajar?; ¿es lo mismo para ti el riesgo y la volatilidad? Tómate diez segundos para reflexionar sobre esta pregunta, porque es muy importante y explica, de manera fundamental cómo funcionan los mecanismos que nos llevan a tomar decisiones. Esta es una cuestión esencial para cualquier ahorrador. Cómo lo será, que Warren Buffett, el mejor inversionista de todos los tiempos y el segundo hombre más rico del mundo, le ha dedicado casi dos páginas en su última carta anual, un texto con el que celebra los 50 años de su compañía. Para mucha gente, riesgo y volatilidad vienen a ser lo mismo, prácticamente sinónimos. Como el precio de las acciones sube y baja, estas se consideran inversiones arriesgadas. En cambio, como el interés de un depósito o el de una letra del Tesoro siempre es el mismo, se considera que no tienen ningún riesgo. Pero ¿realmente es así? Hay que ir más allá de las apariencias para darse cuenta de que no y de que las inversiones seguras existen si se planifican correctamente y se tiene presente un horizonte a largo plazo.

Volatilidad está muy lejos de ser sinónimo de riesgo —asegura Warren Buffett en su carta—. Los clichés populares que las hacen equivalentes llevan por mal camino a los estudiantes, los inversores y los directivos”, continúa. ¿Cómo? “Es cierto, desde luego, que comprar acciones por un día o por una semana es más arriesgado que dejar el dinero en productos similares al efectivo. Pero en el largo plazo ha sido mucho más seguro invertir en una cesta diversificada de buenas empresas que hacerlo en bonos”, explica.

“Las inversiones seguras existen si se planifican correctamente y se tiene presente un horizonte a largo plazo”

Y lo ilustra con cifras incontestables: el S&P 500, el índice de referencia de la bolsa estadounidense, ha pasado en los últimos 50 años de 84 puntos a los cerca de 2.060 puntos que ronda ahora mismo. Es decir, una rentabilidad del 11.196%. En cambio, quien hubiera mantenido el dinero en efectivo, o lo hubiera guardado bajo el colchón o en una cuenta corriente vería ahora que, por la subida del coste de la vida, 1 dólar de entonces equivaldría ahora a 13 centavos en poder adquisitivo.

¿Qué ha sido más arriesgado en estos últimos 50 años? A la vista de los resultados, está claro que haberse quedado el dinero en el cajón. Pero si a los inversores de hace 50 años les hubiéramos preguntado entonces qué les parecía más osado, si invertir en bolsa o comprar letras del Tesoro estadounidense… ¿Qué habrían respondido? ¿Puede pasarnos a nosotros lo mismo si alguien nos pregunta ahora y dentro de 50 años? Con nuestros ahorros nos vemos tentados hacia el corto plazo, como nos sucede con casi cualquier otro ámbito vital. Sabemos que queremos tener una buena salud, que debemos tener una dieta equilibrada para conseguirla y hacer ejercicio de modo regular… Pero esta noche hay partido y, además, apetece tanto una cerveza fresquita…

También sabemos que, para nuestra jubilación, lo importante es que nuestros ahorros consigan una rentabilidad superior al aumento del coste de la vida, para que cuando llegue el momento de retirarnos con el dinero ahorrado podamos seguir comprando una barra de pan al día y no una cada cinco días. Sin embargo, juega en nuestra contra el deseo de ver cada día que el valor de nuestras inversiones es superior al anterior. O, cuando menos, que no es inferior, que nuestros ahorros “no bajan”. El cortoplacismo y la aversión a las pérdidas que compartimos con los simios se alían en contra de nuestro verdadero riesgo, que es perder poder adquisitivo con el dinero que tanto nos ha costado obtener.

“Volatilidad está muy lejos de ser sinónimo de riesgo”

Estas emociones pueden verse acentuadas con la abundancia de información financiera que tenemos en nuestro tiempo. Está fenomenal saber en cada milisegundo el precio de cada acción, pero al mismo tiempo aumenta los impactos que nos pueden llevar a tomar decisiones equivocadas. Es decir, uno puede tener muy claro que ha invertido en una cesta de acciones a 20 años vista, pero de pronto te llega una alerta a tu teléfono móvil con la repentina caída del 3% que está sufriendo la bolsa porque Grecia podría no pagar su deuda… Y tu lado precavido te incita a vender por si acaso, a pesar de que cuando decidiste aquella inversión sabías que por el camino habría muchos momentos de vértigo en los mercados como este.

“Es cierto que comprar acciones por un día, una semana o un año es mucho más arriesgado que tener dinero en efectivo, tanto en términos nominales como de poder adquisitivo”, dice Buffett en su carta. “Y esto es muy relevante para determinados inversores, como los bancos de inversión, cuya viabilidad puede verse amenazada por las caídas en los precios de los activos y pueden verse obligados a vender durante las caídas en los mercados”. Pero no es así, como también recuerda el “oráculo de Omaha”, para la mayoría de inversores que pueden, “y deben”, en palabras de Buffett, invertir con un horizonte de varias décadas, pues para ellos las caídas puntuales de los activos no son importantes. Se deberían centrar en lograr ganancias significativas en su poder adquisitivo para su futuro. “Para ello, una cartera diversificada de acciones, comprada a lo largo del tiempo, será mucho menos arriesgada que activos similares al efectivo”, explica.

Quizá cada inversor debe saber bien cuál es su propio riesgo, el mayor peligro para sus objetivos financieros, y planificar sus inversiones en consecuencia. Y quizá en algunos casos sí puedan llegar a ser sinónimos riesgo y volatilidad, por ejemplo, para una persona que vaya a necesitar el dinero en un corto periodo de tiempo. Pero cuidado con confundirnos. Nuestro verdadero riesgo como inversores debería ser algo muy distinto a la volatilidad de nuestras inversiones.

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