las grandes crisis mundiales
 

La humanidad ha estado cerca de la extinción en varias ocasiones y la desaparición de la vida en la Tierra se ha documentado al menos cinco veces en los últimos 500 millones de años por diversas causas: cambio climático, meteorito, glaciación…

No sabemos si sobreviviremos a la sexta gran extinción, pero desde luego que sí viviremos para contar la enésima crisis económica que se produzca por factores a veces endógenos y, en otras ocasiones, exógenos a la economía. Crisis que marcan un antes y un después en el desarrollo económico, tecnológico, científico y social, así como en la evolución de la humanidad.

Por ello, resulta especialmente relevante su estudio: para convertir una crisis en un oportunidad. El análisis de las principales crisis de la economía y las enseñanzas que podemos sacar de ellas nos conducen a una gestión más inteligente de los momentos depresivos del ciclo, ya sea por un shock inherente a la evolución económica o financiera, o debido al impacto de otros factores como la reciente pandemia de la covid-19.

Las grandes crisis de la economía

La última gran extinción se produjo hace 65 millones de años y, aunque nuestra especie ha estado otras veces en peligro de desaparición, actualmente la Tierra está al borde de alcanzar los 8.000 millones de habitantes.

Desde su aparición, el Homo sapiens ha sabido hacer frente a todos los contratiempos y amenazas que han surgido y ha evolucionado de manera extraordinaria para situarse ahora en una posición de dominio a lo largo y ancho del globo, y conquistar hasta el último rincón de la Tierra. 

Sin embargo, paralelamente a ese desarrollo se han producido periodos de crisis económicas, que se han intensificado en los últimos dos siglos. Desde la Revolución Industrial, el mundo occidental ha experimentado un enorme crecimiento, pero este ha estado lejos de ser ¿sostenido?

Por eso, ya los economistas clásicos y neoclásicos trataron de analizar las causas de los ciclos económicos e inauguraron una disciplina dentro de la economía que no ha dejado de evolucionar, con todo tipo de teorías reales, endógenas y exógenas. 

Las primeras respuestas de la teoría económica a estos fenómenos fueron tesis climáticas, psicológicas u otras más elaboradas, como la destrucción creativa de Schumpeter. Hoy, gracias al desarrollo de la econometría y los avances de la ciencia económica, podemos hablar de eventos mucho más complejos, multifactoriales y repetidos en el tiempo. 

Las fluctuaciones cíclicas expansivas y recesivas que forman parte de la actividad económica han tenido diferentes consecuencias en función del momento coyuntural. En ocasiones han pasado sin pena ni gloria; en otras han marcado una página de la historia y han supuesto un antes y un después en el devenir de la humanidad.

Crisis económica de 1929: ¿Qué es el crack del 29? 

La primera gran crisis es el archiconocido crack del 29. Su envergadura y su impacto fueron especialmente importantes en la época por la expansión de las finanzas y la debilidad de los sistemas bancarios.

Tras la I Guerra Mundial, en un contexto de vuelta al proteccionismo y fuertes desequilibrios comerciales, EE. UU. se alza como nuevo país ancla en el panorama internacional. Sin embargo, los felices años veinte y la acumulación de superávits por cuenta corriente llevaron a un sobrecalentamiento económico cuya principal manifestación fue el boom inversor que acabaría estallando en el crash bursátil de la bolsa de Nueva York durante el famoso “martes negro”, en el que el Dow Jones perdió un 12% de su valor.

Sin embargo, esa jornada solo fue un preludio de duros años de correcciones económicas (entre 1929 y 1932 el Dow Jones perdió un 85% de su valor) que llevaron al abandono progresivo del patrón oro, a un mayor proteccionismo (con la aprobación de la Ley Smooth-Hawley) y a la revisión del pensamiento económico con el surgimiento del keynesianismo y la aprobación del New Deal.

Tras el crack viene la época tildada como la Gran Depresión. Muchos inversores se vieron arruinados y el desempleo impactó en millones de familias, pero el pánico financiero y bancario llevó también a la aprobación, por primera vez, de un Fondo de Garantía de Depósitos y una Agencia Reguladora del Mercado de Valores.

Crisis de los setenta y los ochenta

Otra crisis histórica es la provocada por la crisis del petróleo de 1973, a raíz de la decisión de varios países productores de no exportar más petróleo a aquellos Estados que habían apoyado a Israel frente a Siria y Egipto en la guerra de Yom Kipur.

Esta situación provocó un encarecimiento extraordinario del petróleo, un factor productivo de primer orden, transversal a la economía mundial y que supuso un shock de oferta sin precedentes.

En este caso, España decidió llevar a cabo una política económica contraproducente: subsidiar el precio de la energía, lo que provocó una crisis más tardía, a partir de 1975, pero más intensa y prolongada en el tiempo.

Con una segunda crisis del petróleo en 1979 por la guerra Irán-Irak, esta situación desencadenó recesiones en varias economías de Occidente a lo largo de los años setenta y ochenta, y también una oleada de crisis de deuda en países en desarrollo, especialmente los latinoamericanos, hasta consolidarse la que hoy es recordada como la “década perdida de América Latina”.

Crisis de 2008, también conocida como ‘crisis las subprime’

El eco de la crisis económica y financiera de 2008 aún resuena con fuerza en nuestra memoria y en el entramado institucional de EE. UU. o de la Unión Europea. La crisis de 2008 fue eminentemente financiera y su contagio a la economía real tuvo un efecto desastroso en las finanzas de inversores particulares y en el nivel de vida de millones de personas.

La expansión descontrolada de las hipotecas subprime y la titulización llevó a un boom inmobiliario atizado por la inagotable oferta de crédito y los bajos tipos de interés. De hecho, fue el cambio en la política monetaria de la Reserva Federal, con subidas de tipos desde 2005, la que inauguró el nuevo ciclo económico, dados el encarecimiento progresivo de las hipotecas, el aumento de la morosidad y el desplome del precio de la vivienda tras el estallido.

Diversas entidades financieras, algunas de ellas sistémicas, incurrieron en riesgos excesivos y el sistema estaba plagado de activos tóxicos que llevaron a la quiebra de una entidad como Lehman Brothers, la pieza del dominó que provocó el terremoto y el contagio al resto del mundo por los lazos comerciales y financieros existentes.

En Europa y España, además, encadenamos la gran crisis financiera con la crisis del euro, cuyo primer episodio se produjo en Grecia, pero que tuvo el potencial de
poner en crisis lo que hasta entonces había sido un proceso progresivo de integración europea.

En Banco Mediolanum, como podéis leer en este post, tomamos una decisión sin precedentes en el sector. Decidimos salvar a miles de inversores de los efectos de la caída de Lehman Brothers a través de la sustitución de los productos que incluían bonos de Lehman Brothers como subyacente para que esos clientes pudieran recuperar la inversión realizada.

¿Cómo salió el mundo financiero de esas crisis?

Cada una de las crisis económicas y financieras ha traído consigo pérdidas, pero también enseñanzas clave que han promovido la evolución de las finanzas. Un ejemplo claro es la regulación fruto de la crisis del 29, que ha seguido desarrollándose y perfeccionándose hasta nuestros días para no resultar invasiva ni demasiado laxa.

En muchas ocasiones las crisis no fueron más que correcciones de los excesos que se habían cometido por los agentes económicos. La burbuja inmobiliaria estadounidense o la española de la primera década del siglo XXI son ejemplos claros de lo anterior.

El mundo financiero ha salido reforzado de cada una de estas crisis, con algunas heridas, pero mucho más sano, como le pasó al sistema financiero tras la crisis de 2008.

Entre otras razones, las entidades bancarias europeas han podido capear la pandemia por el ejercicio de saneamiento que se vieron obligadas a hacer tras la crisis de 2008 con la creación de la Autoridad Bancaria Europea, los test de estrés o la unión bancaria, aun incompleta.

También se han dado pasos de la mano del G20, que publica a través del Consejo de Estabilidad Financiera la lista de bancos con importancia sistémica global a través de una nueva metodología para evitar que el seísmo provocado por Lehman vuelva a suceder.

En cada una de las crisis, el mercado corrige aquellos aspectos fuera del equilibrio y en todas ellas existen lecciones que aprender para mejorar el sistema económico y financiero. 

La importancia de no entrar en pánico

Dado que la economía fluctúa de manera cíclica, lo primero que debemos asumir como inversores es que la próxima crisis llegará. La pregunta que debemos hacernos no es si habrá una crisis económica, sino cuándo se va a producir y cómo podemos prepararnos para afrontarla.

Para ello, es esencial la formación financiera y sería recomendable contar con el apoyo de profesionales del asesoramiento financiero para construir una planificación y definir unas estrategias que nos permitan capear momentos depresivos del ciclo en las mejores circunstancias. En términos metafóricos: si llueve, seremos capaces de tener un paraguas a mano.

Incluso podríamos aprovechar los momentos bajistas del ciclo. Con la certeza de que la siguiente crisis se va a producir, es fundamental no dejarse llevar por el miedo a la incertidumbre ni el estrés financiero. Tres de los principales rasgos de un buen inversor son la racionalidad, la calma y la visión de largo plazo.

Es clave no verse influenciado por el ánimo del mercado ni por la coyuntura económica del momento porque los ciclos, especialmente los bursátiles, son volátiles y periódicos. Una buena estrategia financiera debe tener una base sólida, con visión de largo plazo y ha de evitar las decisiones aceleradas e irracionales.

La clave de la diversificación

Uno de los aspectos más cruciales para todo buen inversor es la diversificación: el antídoto frente a una mala coyuntura económica o un periodo bajista en los mercados.

La diversificación debe ser completa, es decir, que las inversiones deben cubrir diversos horizontes temporales, distintos títulos de empresas, diferentes países, sectores o mercados con mayor potencial de crecimiento y empresas emergentes o distintos instrumentos de inversión. Una correlación inversa entre unas y otras inversiones te ofrecerá mayor estabilidad en tu cartera y compensará las pérdidas.

En definitiva, puede parecer que la humanidad está al borde de la extinción y, ciertamente, los conflictos y las crisis puedan acercarnos a esa sensación. Por si acaso, al menos desde el punto de vista financiero, vamos a anticiparnos y a poner todo de nuestra parte para que eso no suceda.

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