El modelo clásico de comercialización universal de servicios bancarios ya no sirve. Los clientes tienen nuevas necesidades de ahorro y requieren asesoramiento. En consecuencia, el sistema financiero debe adaptarse a este contexto en el que los profesionales más demandados serán los asesores que planificarán las finanzas conforme a estas nuevas inquietudes.

Entre las causas que justifican este paradigma cobra un protagonismo especial la contracción económica originada hace más de 5 años, que ha obligado a los Estados a socializar ciertos costes: áreas de bienestar como la sanidad, educación o jubilación dependerán cada vez más de los ciudadanos.

Se consolidará la tendencia a incorporar el ahorro como un hábito familiar y no como una opción. Para cubrir estas áreas de bienestar será necesario planificar y ahorrar más y mejor. No bastará una cuenta corriente y un piso para cumplir con esta necesidad.

A ello hay que sumar la cantidad de decisiones financieras que tienen que tomar las familias. Cada etapa vital está asociada a una:

-La cuenta corriente infantil que gestionan los padres

-Los servicios asociados a la nómina

-Cuentas corrientes, depósitos y fondos de inversión

-Hipotecas

-Pago de estudios de los hijos

-Planes de pensiones y planes de ahorro para la jubilación, etc.

Cuanto mayor es la complejidad de las opciones más dificultad encontrará el ahorrador para decidir correctamente en qué invertir y cuánto. Por tanto, resultará fundamental el apoyo de un asesor financiero que le ayude a descifrar condiciones,  orientar recursos y, sobre todo, recomendarle qué alternativa es la óptima para su situación particular.

Las entidades que todavía no lo hayan hecho deberán adaptar su sistema a estas necesidades de planificación financiera que van cambiando con los años para ofrecer un modelo de banca centrado en satisfacer estas expectativas. Nosotros creemos que el profesional que mejor puede encargarse de hacerlo es el Consultor de Banca Personal.

 

 

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