El ahorro ha muerto, ¡larga vida a la inversión! Banco Mediolanum

Hemos entrado en territorio desconocido, en un planeta de tipos de interés cero no habitado hasta ahora. Hasta aquí nos ha traído la búsqueda de soluciones diseñadas por las autoridades para recuperarnos del terremoto generado por la crisis.

En este nuevo planeta imperan unas leyes distintas: ahorrador e inversor han pasado a ser lo mismo. La diferencia conceptual de ambas palabras es cada vez menor. En teoría, un ahorrador busca una ‘hucha’ que le permita tener dinero a buen recaudo, asumiendo el mínimo riesgo posible, mientras un inversor pone sus euros a trabajar para obtener una rentabilidad, asumiendo un riesgo de pérdida (parcial o total).

Se aprecia muy bien la diferencia en la parábola bíblica de los talentos, en la que un hombre pide a tres empleados que le gestionen su dinero porque va a emprender un viaje. Dos de ellos, los inversores, lo ponen a trabajar y consiguen en ambos casos una rentabilidad notable, mientras el tercero, el ahorrador, cava un hoyo y guarda su dinero dentro porque no quiere arriesgarse a perder nada de lo que le han confiado.

“Ahorrador e inversor han pasado a ser lo mismo”

La frontera entre ambos conceptos, en la práctica, es algo más difusa. En la parábola bíblica, cuando el hombre vuelve de su viaje, reprende al que había guardado el dinero en el hoyo por no haber llevado al menos su dinero al banco para obtener intereses. Sólo con guardar el dinero no vale, algo de rentabilidad hay que sacarle.

Si esta situación volviera a producirse ahora, este servidor le habría dicho a su señor que llevarlo al banco no habría valido para nada, pues  las cuentas y los depósitos casi no pagan nada de intereses.

En España la inmensa mayoría de las entidades financieras ofrecen ya menos del 1% en las cuentas e imposiciones a plazo fijo a un año. Tener el dinero en el banco cada vez se parece más a cavar un agujero en la tierra y meterlo dentro, a almacenarlo en una hucha de cerdito. Y gracias.

A los propios bancos, de hecho, el Banco Central Europeo (BCE) ya les cobra un 0,2% por dejar su dinero depositado en la llamada facilidad de depósito, para que así no tengan el dinero allí guardado, sino que pasen a prestarlo. La medida ha sido muy efectiva. En los meses siguientes los bancos españoles prácticamente sacaron todo su dinero de esta facilidad de depósito

“Sólo con guardar el dinero no vale, algo de rentabilidad hay que sacarle.”

¿Harán esto también las entidades con los clientes? Nada se puede descartar en este nuevo territorio desconocido. De hecho, hay algunos bancos que ya lo están haciendo; como un pequeño banco alemán, el Skatbank, que no cobra a todo el mundo, pero sí a los clientes que tienen más de 500.000 euros depositados en su ‘caja fuerte’, quienes tendrán que pagar un 0,25%. O también el segundo mayor banco de Alemania, Commerzbank, que se está planteando cobrar comisiones por el dinero depositado en la entidad.

Es complicado que esta situación suceda aquí, pero las rentabilidades seguirán bajando durante mucho tiempo. El ciudadano que no quiere ningún riesgo para su dinero se ha quedado sin alternativas. O lo guarda debajo del colchón o lo invierte. No hay otra. Las autoridades quieren que se mueva el dinero para incentivar el consumo y la inversión, para activar la economía, no lo quieren parado en las cuentas bancarias.

Pero incluso la opción ‘bajo el colchón’ tiene peligro: la inflación. Piensa en cuánto costaba un coche hace treinta años. Si entonces hubieras decidido esconder una herencia de 1.000.000 de pesetas (6.010 euros), que en aquel momento te daban para comprar un buen vehículo, ahora apenas podrías pagar la entrada del coche. El coste de oportunidad de tener ahorro sin rentabilidad puede ser muy alto y muy costoso para nuestras aspiraciones… O para nuestras necesidades futuras.

¿Qué podemos hacer?

Lo primero, ser conscientes de qué riesgo implica cada decisión que tomemos con nuestro dinero, incluso del que supone no adoptar ninguna. En segundo lugar, buscar la combinación de riesgos que mejor se adapte a nuestras necesidades, objetivos y personalidad, eligiendo el mejor servicio financiero para el caso de cada uno.

Y aquí entra en juego la diversificación. Una buena mezcla de distintos tipos de riesgo, curiosamente, acaba reduciendo el margen de error de nuestras decisiones financieras. Una buena cartera, en la que estén bien seleccionados y ponderados los distintos activos financieros, permite reducir el riesgo global de perder dinero con nuestras inversiones, al mismo tiempo que nos ayuda a encontrar rentabilidad.

Esta diversificación no sólo debe ser entre bolsa, renta fija o inmuebles, entre otros, sino también por plazos. No tendría sentido, si vamos a necesitar el dinero dentro de un año, poner la mayor parte de nuestros ahorros en bolsa, como tampoco lo tendría, si no lo vamos a necesitar hasta dentro de 10 años, tenerlo en un bono del Tesoro a ese plazo, que apenas paga ahora mismo un 1,7%.

Si nunca es fácil conseguir la mezcla ideal, todavía se complica más en este planeta de tipos cero en el que nos hemos adentrado. Un buen asesor financiero debería ayudarle a establecer tanto los objetivos como la composición de la cartera y su seguimiento.

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