Se puede narrar una vida a través de cinco productos financieros, claro que sí. Durante nuestro ciclo financiero nos topamos con las cuentas bancarias, las hipotecas, los seguros, los fondos de inversión y los planes de pensiones… 

¿A quién no le entra un cosquilleo al recordar aquella cuenta de ahorro que nos abrieron porque ya éramos “mayores”? Para muchos, ese fue el comienzo de su educación financiera y de una amplia lista de sugerencias (y ruegos) como “ahorrar es importante”, “tienes que ser responsable” o “a ver qué haces con la tarjeta”. 

Para muchos, las “clases” habían empezado años antes con las vueltas del pan o las compras de última hora en la tienda de la esquina (“niño, ve a comprarme dos tomates para la ensalada y quédate con el cambio”). 

Entre la cuenta de ahorro y la cuenta corriente

La cuenta de ahorro, donde nos guardaban el dinero que, por ejemplo, algunos familiares nos regalaban por nuestros cumpleaños, también nos acompañó cuando comenzamos a recibir la paga. Ahí nos empezamos a preguntar cuál nos daría más intereses y cuál nos cobraría menos comisiones. No era ninguna tontería. 

¿Dónde está la diferencia entre la cuenta de ahorro y la cuenta corriente? La primera la tocábamos solo de vez en cuando, en época de viajes y vacaciones. Después, llegaría el momento de exprimirla como una naranja para comprarnos la moto, el coche… o nuestro primer piso. 

“No es el producto; es cómo y para qué lo usas”

La cuenta corriente solía ser la mayoría de las veces una cuenta nómina, donde teníamos domiciliado el salario mensual, y otras, una cuenta negocio, desde donde partían muchos de los cargos y abonos de nuestra pequeña empresa.

Aprendimos que la gran diferencia entre las cuentas corrientes y las de ahorro es que las primeras nos permiten disponer y operar con nuestro dinero con menos restricciones. 

La hipoteca, compañera de viaje

Es difícil olvidar el momento en el que destinamos buena parte de aquello que habíamos ahorrado a comprar nuestra primera vivienda. Aquello daba un poco de vértigo. Nos íbamos a comprometer a devolver un crédito hipotecario durante los próximos 20 o 30 años y, muchas veces, nunca habíamos pensado a tan largo plazo.

Debíamos poner el inmueble como garantía y decidir si los intereses iban a ser siempre los mismos (tipo fijo) o a cambiar con el paso del tiempo (tipo variable). También había que prestar mucha atención a todo tipo de detalles, incluidos las condiciones de amortización anticipada. No nos veíamos pagando la casa con cincuenta años. Es más, ¡para entonces no esperábamos estar pensando en los gastos de la universidad o el máster de los niños! 

Pensando en los imprevistos

Sabes que se te está poniendo cara de padre o madre cuando, antes de tener tu primer hijo, empiezas a mirar con sospecha tu apartamento alquilado. Hasta ese momento, te había encantado, pero de repente…

… Te preguntas (o te sugieren) cómo pudiste fijarte en un piso sin trastero, sin rampa para el carrito en el portal, sin un ascensor donde quepáis los tres sin hacer el pino o sin una habitación adicional para que el niño duerma (y os deje dormir). ¿Y qué decir de los parques y zonas verdes para que trote y socialice la criatura?

“La planificación financiera permite analizar nuestras circunstancias y anticipar los planes de etapas posteriores”

Es verdad que, con la nueva vivienda y la familia, van llegando los seguros. Los primeros en aparecer los más materiales: los que protegen el coche y la casa que tanto nos ha costado comprar. Pero, dado que los imprevistos suceden, existen opciones para cubrirlos, como los seguros personales de salud y de vida. Y también están aquellos que protegen nuestro patrimonio y capital humano, los potenciales beneficios que podemos generar a lo largo de nuestra carrera. Por lo que pueda pasar. 

Visión de largo plazo

Sabemos que estamos en el ecuador de la madurez cuando nos sorprendemos hablando de seguros de vida y nos sentimos perfectamente sanos y jóvenes… y también cuando diseñamos estrategias de ahorro e inversión a medio y largo plazo. Hemos empezado a planificar, cuidadosamente, el futuro.

De hecho, con unos objetivos claros se puede diseñar una estrategia financiera para afrontar desde los estudios de los hijos hasta la compra de una segunda vivienda o una jubilación mucho más confortable. 

Para este tipo de objetivos se pueden utilizar herramientas como los fondos de inversión, pensando sobre todo en los efectos de la inflación. También aparecen en nuestro radar los planes de pensiones o los planes de ahorro para la jubilación, con los que nos iremos preparando para los llamados años de plata. Sobre todo si tenemos en cuenta que la pensión media es un 50% más baja que el salario medio

Planificación financiera para tomar las mejores decisiones

Pero un segundo…. ¡Planes de pensiones! ¡Fondos de inversión! Pero ¿cuánto tiempo ha pasado desde que nos abrieron nuestra primera cuenta de ahorro? ¡Y cuánto han cambiado nuestras vidas! Entonces éramos solo hijos y ahora también somos padres. 

Y aquí aparece el quid de la cuestión. No es el producto; es cómo y para qué lo usas. La planificación financiera permite analizar nuestras circunstancias, pero también anticipar los planes de etapas posteriores. Ya se verá en cada caso qué tipo de soluciones o herramientas son las más adecuadas a lo largo de nuestro ciclo financiero vital. Lo importante es tener toda la información posible para decidir qué nos conviene en todo momento.

Antes visualizábamos nuestras metas y ahora podemos poner rumbo hacia ellas si trazamos los planes adecuados. Mucho más si nos dejamos acompañar de profesionales que nos ayuden en la gestión financiera, como los Family Bankers de Banco Mediolanum. Con una hoja de ruta a medida, anticiparemos y salvaremos las pendientes más escarpadas… y conquistaremos las metas a fuego lento.

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