Quién nos iba a decir en marzo que viviríamos la tremenda montaña rusa de dos olas pandémicas, que nuestras calles se llenarían de mascarillas y que la economía sufriría un golpe tan duro. Los malos momentos, por lo general, ni se eligen ni se desean. Lo que sí depende de nosotros es interpretarlos a nuestro favor. 

Esta experiencia tan complicada puede ayudarnos a mejorar nuestro futuro si extraemos las lecciones correctas. Así es como podremos diseñar una buena estrategia para que nada vuelva a poner en peligro objetivos tan irrenunciables como la compra de la primera vivienda, los recursos que esperábamos destinar a la educación de los hijos o una jubilación pacífica y plena.

Sabemos que somos muy capaces de conseguirlos, porque, reconozcámoslo, somos unos auténticos supervivientes. Durante los últimos veinte años, nos hemos enfrentado a una agresiva bandada de ‘cisnes negros’ y hemos recibido más de un arañazo. Así es como se llama a los acontecimientos abrumadores que casi nadie creía que fueran a suceder, aunque a posteriori parezcan fáciles de explicar y hasta de prevenir. 

En esa descripción encajan, sin esfuerzo, el estallido de la burbuja puntocom en 2001, la última gran crisis financiera de 2008, el divorcio del Brexit o el desgarro, inesperado al menos en su gravedad, que nos ha dejado la pandemia de Covid-19 en España.

Listos para ‘una nueva normalidad’

Todos esos fenómenos, y aun otros que no mencionamos, nos han enseñado que la normalidad es extraordinaria, que las excepciones no son tan excepcionales y que los reveses insólitos, igual que los agradables, casi forman parte de la rutina. Por eso sabemos que una de las principales lecciones que nos dejan las grandes crisis económicas es que causan menor impacto —y tienen una recuperación mejor— cuando nos sorprenden con una sólida planificación financiera, anclada en la correcta administración del gasto y el ahorro, la prudente diversificación del riesgo y la cuidada combinación de inversiones de acuerdo con nuestras necesidades y metas financieras.

Esa hoja de ruta implica que no solo pensemos en lo que podemos consumir a corto plazo, sino en cómo afectará eso a nuestros grandes objetivos. Los españoles dedicamos, de media, unos 1.600 euros anuales a comer y tomar algo fuera de casa y a comprar ropa

“Necesitamos formación financiera y un sólido plan para que sus inversiones estén totalmente alineadas con sus objetivos a corto, medio y largo plazo”

¿Es mucho o es poco? Pues dependerá de que, por ejemplo, no necesitemos ese dinero para empezar a pagar los 620 euros que supone la cuota media mensual de un crédito por compra de vivienda. Hablamos de un tercio del coste salarial. O de que nos deje margen para engordar la hucha con la que completaremos nuestra futura pensión media como autónomos, que ronda los 720 euros mensuales en España.

Más allá del plazo fijo

La prudente diversificación exigirá no solo que, como a veces se suele creer, optemos únicamente por activos muy líquidos y sólidos como rocas. Dicho de otra forma, no basta con disponer de depósitos a plazo fijo, inversiones en deuda pública española y una buena vivienda. 

Por desgracia, quienes lo han fiado todo a esa opción creyendo que se blindaban ante cualquier imprevisto han visto cómo los bajísimos tipos de interés (que, en el caso del BCE, llevan más de siete años sin superar el 0,5%) y el goteo mínimo, lento y constante de la inflación rebajaban poco a poco el valor y la rentabilidad de un dinero ganado con muchísimo esfuerzo. La cesta de la compra subió más de un 5% desde enero de 2015 hasta enero de 2020.

Las viviendas, por otro lado, no es que no hayan recuperado los precios de 2007, sino que tanto en 2019 como en 2020 han sido inferiores a los de 2004 según los cálculos de la tasadora Tinsa.  

Diversificación: una buena estrategia de inversión

El tercer eje de una buena planificación financiera es la diversificación: la cuidada combinación de inversiones en activos también va mucho más allá de las populares participaciones en cuatro o cinco gigantes del Ibex 35 y en fondos de inversión concentrados, por ejemplo, en los venerables países desarrollados.

La complejidad de los productos de inversión se ha multiplicado en las últimas dos décadas y, por eso, se ha reducido el coste de crear una estrategia a la medida de cada cliente. Además, desde 2014 hasta 2019, los años que coincidieron con la recuperación de Europa tras la crisis de deuda soberana, el PIB de los países emergentes creció dos veces más rápido que el de los miembros de la UE. 

“Durante los últimos veinte años, nos hemos enfrentado a una agresiva bandada de ‘cisnes negros’ y hemos recibido más de un arañazo”

La multiplicidad casi infinita de los productos de inversión, la redoblada dispersión geográfica de las mejores oportunidades, el castigo a las opciones tradicionales para blindarse frente al riesgo, las dificultades para armonizar las decisiones de gasto y ahorro de hoy con las del futuro y, finalmente, la recurrencia de los cisnes negros en los últimos veinte años… Todo eso junto ha clarificado tres de las grandes lecciones que las familias pueden extraer de esta crisis. 

Hablamos de la necesidad de mejorar la formación financiera para comprender y anticiparse en lo posible a los fuertes vaivenes de los mercados, de diseñar un sólido plan financiero para que nuestras inversiones estén totalmente alineadas con sus objetivos a corto, medio y largo plazo y, finalmente, de contar con un asesor profesional que ayude a las familias a diseñar ese plan, a reaccionar deprisa y de forma adecuada ante los cisnes negros y a descifrar los signos financieros de un mundo que parece girar cada vez más rápido.

 

 

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