Repita conmigo: blanco, blanco, blanco, blanco, blanco, blanco, blanco, blanco… Ahora responda rápido: ¿qué beben las vacas?
Quizá no haya contestado “leche” porque ya le han hecho muchas veces este “trabamentes”, sobre todo si tiene hijos pequeños. Pero casi seguro que la primera vez cayó en la trampa.
Dicen los expertos que nuestro sistema mental tiende a coger atajos para simplificar el ingente trabajo que tiene a lo largo del día. Aplicamos la ley del mínimo esfuerzo para ahorrar energía y no tener que analizar en detalle cada palabra que procesamos.
Ésta parece una estrategia inteligente, porque nos ayuda a tomar decisiones, pero tiene su lado negativo. Por ejemplo, lo que se ha dado en llamar “efectos del contexto”; Es decir, que cuando asociamos “blanco” y “vacas” nuestra mente tiende a decir “leche”.
En el mundo de las inversiones, esto también nos puede jugar malas pasadas. Cuando hablamos de dinero y aparece el adjetivo “fijo”, nuestra mente tiende a generar la sensación de seguridad. Tenemos que hacer un esfuerzo mental para darnos cuenta de que podemos perder dinero con un activo que tiene la palabra “fijo”. Y sí, claro que esto puede suceder. La expresión “renta fija” ha confundido a muchas familias a lo largo del tiempo. El adjetivo ha generado la falsa idea de que se trata de productos con una rentabilidad “firme, asegurada”, que son las primeras acepciones del diccionario para el adjetivo “fija”.
“Tenemos que hacer un esfuerzo para darnos cuenta de que podemos perder dinero con un activo que tiene la palabra “fijo””
Y no es que el adjetivo esté mal utilizado en estos activos financieros, porque lo cierto es que el interés que pagan, que eso es la renta, sí es fijo. Cada trimestre o cada año, según la emisión, se ofrece el mismo tipo de interés, a diferencia de lo que ocurre con el pago periódico (renta) que producen las acciones cotizadas en bolsa, el cual sí es variable, ya que puede cambiar de un trimestre a otro.
Eso sucede con la renta, pero la rentabilidad es una cosa muy distinta. Imaginemos que queremos comprar un piso para alquilarlo. Efectivamente, una vez lo tengamos, el alquiler que pactemos será un fijo que nos pagarán todos los meses (como la renta fija) pero, si pasados unos años, queremos vender el inmueble y sólo nos pagan la mitad del precio que abonamos quizá la rentabilidad de la operación haya sido un desastre.
Lo mismo puede pasar con la renta fija. Uno puede tener unos ingresos periódicos muy estables, pero si después tiene que salir a vender ese bono, puede sufrir pérdidas si ha bajado su precio… O incluso no cobrar nada, si la empresa o institución a la que prestamos el dinero se ve incapaz de devolver la deuda.
Los inversores particulares, cuando compran un bono, tienden a quedarse hasta el final. En un principio, salvo que necesiten la liquidez, esto les permite “ignorar” el precio al que cotizan los bonos (que fluctúa, como las acciones); sólo les preocupa que les paguen el interés cada trimestre y que al final les devuelvan el dinero invertido. Es el mismo caso que si te compras el piso para alquilar y no tienes ninguna intención de venderlo. El problema es que, aun para estos inversores, la situación está empezando a ser muy distinta… Incluso para esta estrategia, las pérdidas pueden estar a la orden del día en los próximos meses o años.
“La expresión “renta fija” ha generado la falsa idea de que se trata de productos con una rentabilidad “firme, asegurada””
Bonos gubernamentales con interés negativo
Desde hace algunos meses, ya hay distintos gobiernos del centro de Europa, como Alemania, que ofrecen interés negativo en algunos bonos. Es decir, que si compras el bono y te lo quedas hasta el vencimiento, al final tendrás menos dinero del que pusiste. O, dicho de otro modo, que los inversores le están pagando un tipo de interés por invertir allí su dinero.
Y no sólo los gobiernos… Hace unas semanas, los bonos de la empresa de alimentación suiza Nestlé marcaron por primera vez un rendimiento negativo. Volviendo a nuestro ejemplo del piso, sería como si le pagáramos dinero a nuestro inquilino por tenerle alquilada la vivienda, en vez de al revés. Absurdo, ¿no?
Pues bien, según cálculos de JPMorgan recogidos por el blog Zerohedge, el 16% de los bonos gubernamentales tienen ya tipos de interés negativos. Es decir, más de 3,6 billones de dólares. Y la lista de emisiones que entran en este territorio podría seguir creciendo con las políticas monetarias expansivas que han puesto en marcha algunos de los principales bancos centrales.
Curiosamente, esta situación provoca todavía mayor riesgo de pérdida patrimonial para el inversor en bonos. Si de pronto cambiara el viento y hubiese una llegada inesperada de la inflación, con la consiguiente subida de tipos de interés, los inversores de estos productos tendrían en sus carteras algo que nadie querría, ya que se podría acudir al mercado a comprar otras emisiones con intereses positivos.
“La situación resulta cada vez más complicada para el inversor en renta fija”
La situación, por lo tanto, resulta cada vez más complicada para el inversor en renta fija. De partida, se arriesga a perder dinero si quiere buscar las opciones más seguras dentro de este activo, ya que tienen un interés negativo. Pero, además, ante un giro brusco del mercado de tipos de interés, podría sufrir pérdidas abultadas por la caída de los precios de estos títulos.
De momento, la inflación no está ni el mercado la espera. La gran preocupación de los inversores y los bancos centrales está en las antípodas: en la deflación en la que parecen haber caído algunas economías europeas. Pero un buen inversor tampoco debe descuidar el riesgo de que ésta pueda llegar por sorpresa, aunque ahora parezca poco probable.
Así sucedió en la crisis de 1994, cuando muchos inversores españoles aprendieron que la renta fija podía no ser tan fija y vieron cómo sus fondos de bonos sufrían pérdidas.
En la búsqueda de seguridad, ahora más que en ningún otro momento, resulta más importante que nunca contar con un buen asesor que nos ayude a entender bien los riesgos a los que nos estamos exponiendo, incluso en aquello que parece más seguro, más fijo. Y, sobre todo, que nos ayude a aprovechar las oportunidades existentes. Pues las hay.