Entramos en un otoño que traerá un aluvión de información financiera, en especial los resultados de los últimos test de estrés que la Autoridad Bancaria Europea (EBA) está realizando a más de 120 bancos de la eurozona. La importancia de estas pruebas es vital dada la coyuntura a la que nos enfrentamos. Por un lado, debido a lo sucedido en el pasado, con los distintos rescates o recapitalizaciones realizadas a algunas entidades, ya que servirá de medida del éxito de las soluciones aplicadas. Pero por otro, y también principalmente, a causa de la situación de estancamiento económico de la zona euro, que ha llevado a que el BCE esté realizando la política más expansiva de su corta historia. Si el resultado revela la fortaleza de nuestros bancos, tendremos una buena base para emprender el crecimiento; por el contrario, si hay debilidades, nos encontraremos con un problema a añadir a la complicada coyuntura actual.
La importancia de los test de estrés y los acuerdos de Basilea
Los test de estrés o pruebas de resistencia son simulaciones que buscan evaluar la capacidad de los bancos para enfrentarse a un deterioro general de la economía, con variables tan significativas como el aumento del desempleo y del impago de los créditos, o la caída de valor en las inversiones, que llevarían a que las entidades financieras vieran mermada su cuenta de resultados (recortando su volumen de negocio) pero también su balance, por el descenso del precio de sus activos, tanto inmobiliarios como de otro tipo de inversiones.
Para ello se toma como medida principal un mínimo nivel de solvencia, denominado Tier1, un coeficiente que incluye: capital, reservas, beneficios no distribuidos y otros activos de refuerzo de capital como las acciones o las participaciones preferentes. Este es el capital de primer nivel y supone una tasa adecuada que permite prever cómo el banco se enfrentará mejor a cualquier situación imprevista.
Esta medida mínima se ha ido reforzando en los distintos acuerdos de Basilea. Las primeras reuniones en esta ciudad suiza datan de 1988, cuando representantes de los bancos centrales de Alemania, Bélgica, Canadá, España, EE. UU., Francia, Italia, Japón, Luxemburgo, Holanda, Reino Unido, Suecia y Suiza establecieron un conjunto de recomendaciones sobre el capital mínimo que debía tener una entidad bancaria para afrontar posibles riesgos. Desde el primer acuerdo, pasando por el más conocido de Basilea II hasta llegar al último (Basilea III) de diciembre de 2010, se han ido estableciendo criterios más estrictos, muchos aún en proceso de implementación (algunos hasta el 2019). Para este año los bancos deberán alcanzar una ratio mínima de capital Tier 1 del 8% en el escenario base de los test de estrés, mientras que en un escenario de tensión deberán mantener esta ratio en al menos un 5,5% de sus activos.
Las novedades de los test de estrés de 2014
A diferencia de los test encargados por el Banco de España y el Ministerio de Economía y Competitividad a la auditora alemana Roland Berger y la estadounidense Oliver Wyman como evaluadores independientes para realizar una valoración de los balances del sistema bancario español, el ámbito de la prueba del 2014 abarca a todos los países de la UE; de hecho, se realiza sobre una muestra que cubra al menos el 50% del sector bancario nacional de cada Estado miembro. El ámbito es mucho más global que el abarcado por las pruebas encargadas por la Unión Europea ―90 entidades financieras― en 2011 (con los datos de cierre de 2010) y que buscaba conocer el impacto de la crisis financiera que se inició en 2007. Por todo ello, ni en estos test ni tampoco en las pruebas realizadas en España se incluyeron a todas las entidades financieras, ya que se centraron en aquellas más importantes por tamaño y riesgo. Aun así, algunos bancos sí encargaron sus propias pruebas de evaluación, como lo hizo Banco Mediolanum, que lo encomendó a una de las auditoras que habían realizado este trabajo en el test español, Roland Berger, y que situó a la entidad entre el grupo de las más solventes.
Además de la amplitud, y especialmente para el caso de España, el Banco de España ha recalcado que el ejercicio de este año es mucho “más severo”, porque el escenario adverso conllevaría que la economía española entrase en una tercera recesión consecutiva, algo que, aun siendo plausible, es bastante difícil que suceda. De hecho, se da una probabilidad a este suceso inferior al 1%. En cuanto a la credibilidad de estas pruebas frente a las de 2011, que no permitieron anticipar algunas de las quiebras posteriores, las autoridades esgrimen el control de calidad que hará esta vez el BCE y la multitud de parámetros que se valoran.
Una de las razones de esta mayor “severidad” y del número superior de entidades elegidas es que estos test servirán de base para uno de los cambios más importantes en el control de las entidades financieras. El Banco Central Europeo (BCE) asumirá en noviembre de 2014 las nuevas funciones de supervisión bancaria en el marco de un Mecanismo Único de Supervisión (MUS).
El MUS creará un nuevo sistema de supervisión bancaria formado por el BCE y las autoridades nacionales de los países de la Unión Europea participantes, por el que será el propio Banco Central Europeo el que supervisará directamente las entidades consideradas como significativas. Pero, además de cooperar con las entidades nacionales encargadas de la supervisión bancaria (el Banco de España en nuestro caso) con respecto al control de las entidades de crédito más pequeñas (no significativas), el BCE podrá asumir la responsabilidad de estas entidades en cualquier momento si lo considera necesario. El BCE gana mucho peso en cuanto a supervisión en aras de una mayor estabilidad.
Qué ocurrirá tras la publicación de resultados
Antes de la publicación de los resultados definitivos, el BCE y las autoridades nacionales competentes tratarán los resultados parciales y preliminares con las distintas entidades de crédito. Tras esta comunicación, las entidades financieras remitirán al Mecanismo Único de Supervisión unos planes de capital, que serán evaluados por los equipos conjuntos de supervisión, formados por supervisores del BCE y de los organismos nacionales, para que con su aplicación se intente subsanar los problemas detectados, dándose tan sólo 15 días para plantear las soluciones necesarias.
Posteriormente se divulgarán los resultados, tanto de forma individual como global, con un resumen de sus principales cifras financieras, los resultados detallados del análisis de la calidad de los activos y de la prueba de resistencia, así como otros datos importantes como, por ejemplo, las emisiones en los mercados de capital realizadas en 2014. Una de las novedades es que el déficit de capital se calculará a fecha de 31 de diciembre de 2013, por lo que no incluirá las decisiones adoptadas este año. Sin embargo, la plantilla de los resultados sí hará referencia a las medidas que han realizado los bancos entre el 1 de enero y el 30 de septiembre de este año.
Para evaluar los datos de las entidades y los resultados de sus modelos internos, el BCE los confrontará con sus propios cálculos «con el fin de garantizar la credibilidad de la evaluación global» y se aplicará al análisis de la calidad de los activos y a la prueba de resistencia. A diferencia de pruebas anteriores, la comunicación de los resultados tendrá en cuenta tanto el análisis de balance (Asset Quality Review) como los test de estrés. Es decir, se tiene en cuenta el punto de partida de la prueba de resistencia, o situación actual, y por tanto se distinguirá entre déficits de capital identificados en el análisis de la calidad de los activos y los detectados en los escenarios base y adverso de la prueba de resistencia.
Antonio Gallardo, analista de iAhorro.com