La destrucción de puestos de trabajo, sigue siendo la principal causa de preocupación para el 81% de los ciudadanos y ciudadanas españolas. Así lo ha dejado claro el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) en su barómetro del febrero. Pese al cambio de tendencia, que habla de descenso del desempleo en el último tramo del año pasado, la percepción del paro como problema creció un 1,2% con respecto al mismo mes del año pasado.

En este contexto, cualquier noticia sobre la evolución del desempleo provoca un aluvión de información que a veces es difícil de entender, ya que los grandes números del empleo dependen de dos fuentes distintas: la Encuesta de Población Activa (EPA) que publica el Instituto Nacional de Estadística (INE) y el paro registrado en las oficinas del Servicio de Empleo Estatal (SEPE). Las dos registran datos sobre la evolución del empleo de nuestro país pero miden magnitudes distintas con metodologías muy diferentes.

 

grafico EPA

 

La EPA es un muestreo y se obtiene tras proyectar una encuesta telefónica a 60.000 familias (200.000 personas) para lograr información completa del impacto del empleo en las unidades familiares; esto es, tamaño de población activa, porcentaje de los ocupados y desocupados además de otras informaciones útiles como, por ejemplo, el porcentaje de familias con todos sus miembros en situación de desempleo.

La EPA considera como población desempleada todas las personas de entre 16 y 64 años, que cumplan dos requisitos: que no tengan empleo ni por cuenta ajena ni propia (autónomos) en la semana anterior de la encuesta y que busquen trabajo desde, al menos, cuatro semanas y que estén dispuestos a aceptar una oferta laboral en las siguientes dos.

Por su parte, las cifras del paro registrado incluyen a todas las personas que están registradas en estas oficinas como demandantes de empleo. Pero esta inscripción no es obligatoria. Las personas que están buscando trabajo y no se han inscrito en las listas del Servicio Público de Empleo Estatal, no se reflejan en los datos de paro registrado. Esto genera distorsiones importantes.

A esto hay que añadir que en las cifras del paro registrado también se incluyen excepciones que bajan el número real de desempleados. En primer lugar, se excluyen las personas que estén realizando cursos de formación de los Servicios Públicos de Empleo, algo que no hace la EPA. Tampoco se incluyen los trabajadores beneficiarios del subsidio agrario (que trabajan de forma temporal) y los que buscan su primer empleo mientras estudian o acaban de finalizar los estudios. Si tenemos en cuenta el importante desempleo juvenil, estamos hablando de una importante distorsión del paro real.

El paro registrado tampoco incluye a los demandantes que solicitan un empleo para un período inferior a tres meses (trabajos temporales, para el verano o cuando finalizan los estudios) ni a las personas que buscan un trabajo con una jornada inferior a veinte horas semanales. Estas realidades laborales afectan de manera especial a los demandantes más jóvenes.

Entonces, ¿cuál de las dos magnitudes es mejor? Desde hace ocho años, los datos de la EPA reflejan un  mayor número de desempleados que el paro registrado. En tiempos como estos, en los que el desempleo aumenta de manera importante, esta forma de medir el fenómeno del paro es más eficiente. Esto no significa que el paro registrado no sea una medida útil: es importante para tener números sólidos y para planificar las políticas activas de empleo.

Lo que si es cierto es que la EPA, sin las restricciones del paro registrado, refleja mejor el mapa del trabajo en España cada trimestre. Además nos muestra datos que no nos da el paro registrado y de forma mucho más fiable.

Antonio Gallardo, analista de iAhorro.com

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