Los mejores amigos del inversor: el tiempo y la paciencia

¿Cuántos años tienes? Más de 11, ¿no? Pues cuidado que no te pase como a Warren Buffett, el mejor inversor de todos los tiempos, que tiene una espinita clavada: no haber empezado a invertir mucho antes… Y lo hizo a los 11 años.

¿Y por qué tiene Buffett esta sensación? ¿Porque se le escapó alguna ganga de la que oyó a hablar mientras tomaba su primer biberón? ¿Acaso por haber desperdiciado su olfato para las inversiones durante su más tierna infancia? No, porque siente que perdió una década para aprovechar uno de los beneficios más poderosos de la inversión: el interés compuesto. ¿De qué se trata?

Quizá sea excesivo decir que es una de las principales fuerzas del universo, cita que se le atribuye a Albert Einstein (aunque no está documentada, por cierto), pero desde luego sí puede serlo para nuestras inversiones. En realidad, se trata de un concepto muy sencillo. Cuanto más tiempo tiene una inversión, la rentabilidad que se vaya obteniendo se irá uniendo al capital inicial, con lo que cada vez tendremos más dinero sobre el que obtener rentabilidad.

Como siempre, nada mejor que un ejemplo sencillo para ilustrar este asunto. Imagina que tienes 30 años y decides ahorrar 50 euros al mes, 600 al año. Y que cada año logras aumentar el dinero que destinas al ahorro un 5%. Si vas guardando este dinero debajo del colchón, cuando cumplas los 70 años (edad a la que como mucho, te gustaría jubilarte) podrás sacar de entre los muelles 72.500 euros. Pero… ¿qué ocurre si lo has puesto a trabajar en el mercado? Hagamos números. Si con estas inversiones logras obtener durante esos 40 años una rentabilidad anual compuesta del 4%, al alcanzar los 70 años tu cartera valdrá cerca de 140.000 euros, casi el doble que si lo hubieras guardado en el colchón. Y no digamos si has tenido el acierto de seleccionar inversiones que te han rentado un 8% anual compuesto… Estos 72.500 euros se convertirán en más de 300.000 euros a los 70 años. Y eso empezando sólo con un ahorro de 50 euros al mes que vas aumentando un 5% cada año. Si tienes la posibilidad de invertir más euros al mes, las cifras pueden aumentar exponencialmente.

“Cuando el efecto del paso del tiempo se alía con la paciencia los resultados son todavía mejores”

Un ejemplo gráfico que nos ayuda a entender conceptualmente lo que puede suponer esa consecuencia del interés compuesto, ese efecto de la base creciendo cada vez más. Prueba a doblar un folio sobre sí mismo 42 veces. Probablemente no podrás pasar de las 7 veces, quizá 8 en el mejor de los casos… Si lo consiguieras hacer 42 veces, ese folio llegaría hasta la luna. Esto sucede porque, el punto de partida es cada vez el doble que la ocasión anterior. Pensando de nuevo en las inversiones, si invertimos 5.000 euros en un fondo de bolsa y el primer año tenemos la suerte de tener un muy buen año de mercado y ganar un 20%, el siguiente partiremos de 6.000 euros. Si volvemos a tener una rentabilidad del 20%, en el segundo año no ganaremos 1.000 euros, sino 1.500 euros. Y así sucesivamente. Cuanto mayor es el paso del tiempo, más base se acumula. Más palanca tenemos, sin hacer esfuerzo adicional.

Cuando este efecto del paso del tiempo se alía con la paciencia, los resultados son todavía mejores. De nuevo es la valiosa experiencia de Warren Buffett la que nos marca el camino. Cuándo le preguntan a qué plazo compra sus acciones, suele responder que el mejor plazo es “para siempre”. Tener un horizonte de muy largo plazo nos aleja de las consecuencias perniciosas que las emociones pueden jugar sobre nuestras inversiones, como vender cuando llegan las rebajas y comprar en el momento que los precios son más altos. Pero también nos ayuda a depender menos de los avatares de corto plazo de los mercados financieros. Benjamin Graham, el autor del célebre libro El inversor inteligente, definía al “‘señor mercado’ como un esquizofrénico en el corto plazo, que recupera la cordura con el tiempo”.

“El tiempo es un caballero muy poderoso. Por mucho dinero que tengas no puedes comprarlo”

A pesar de que, a lo largo de la historia, las bolsas han visto varias guerras mundiales, conflictos internacionales, grandes recesiones y depresiones, crisis energéticas y otras crisis variadas, no hay ningún periodo de 20 años en el que la bolsa estadounidense haya sufrido pérdidas en términos reales (teniendo en cuenta la inflación). Según los cálculos de Jeremy Siegel, en su libro Stocks for the long run’, actualizados en su quinta edición, las acciones estadounidenses han obtenido una rentabilidad media anual a lo largo de la historia de entre el 6% y el 7%. El único problema es si no contamos con el tiempo como aliado y nos centramos en el corto plazo. A 1, 2 y 5 años, la oportunidad de tener experiencias negativas en las acciones y perder dinero son mayores que en el resto de los mercados.

Ahora bien, cuando contamos con una paciencia de al menos 10 años para nuestras inversiones, las acciones han obtenido en la enorme mayoría de las mediciones esa rentabilidad media de entre el 6-7% o superior y, en el 80% de las ocasiones, han superado al resto de los activos. Este porcentaje de éxito para las bolsas se eleva al 90% en plazos de 20 años y a casi el 100% si contamos con un horizonte de al menos 30 años, según los cálculos del profesor Siegel. Las cifras hablan claro: el tiempo es un caballero muy poderoso. Por mucho dinero que tengas, no puedes comprarlo. “Pídeme cualquier cosa que quieras, excepto tiempo”, decía Napoleón. Pero, al menos, sí que podemos aprovecharlo, aliándonos con él para nuestras inversiones.

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