Si alguna vez has buscado en Internet un fondo de inversión, puede que te hayan aparecido resultados muy parecidos pero, al mismo tiempo, distintos. Seguro que los nombres coinciden casi al 100%, sobre todo en la parte inicial. Sin embargo, en la parte final cambian algunas letras o abreviaturas. ¿Por qué?
Se trata de las diferentes clases de participaciones que puede tener un mismo fondo. O lo que es lo mismo: distintas puertas para entrar a una misma cartera que establecen las entidades gestoras según varios parámetros.
Y la mayoría de ellos pueden descubrirse sabiendo leer en el nombre de los fondos estos caracteres, los cuales contienen la mayor parte de la información, al igual que ocurre en el mundo del consumo con los códigos de barras.
“En la parte final de los nombres de los fondos de inversión cambian algunas letras o abreviaturas. ¿Por qué?”
Para el inversor, tener una u otra clase de participación en el fondo puede suponer un importante impacto, tanto en términos de rentabilidad como de fiscalidad. Por ello conviene conocer al detalle si la clase que está contratando es la óptima para él. Y el objetivo de este artículo es ayudar a mejorar estos conocimientos.
Las participaciones tienen “matrícula”
¿En qué se distinguen unas participaciones de otras? Para empezar, en la clase de público a la que están enfocadas cada una de esas puertas.. Así como una bodega ofrece precios distintos a sus clientes según si se trata de supermercados o de consumidores, las gestoras también muestran una división entre clientes institucionales y particulares.
Aquí, la diferencia entre ambas clases se reduce meramente a las comisiones. Las participaciones reservadas a los grandes inversores tienen unos gastos totales mucho menores que las destinadas al resto de los inversores. Hay que tener en cuenta que, aunque la gestora ingresa en cuanto a porcentaje mucho menos sobre la inversión, la comisión es mucho mayor en términos absolutos.
Por ejemplo, en el fondo M&G Optimal Income, uno de los mayores por patrimonio gestionado en Europa, la clase dedicada a los inversores institucionales tiene unos gastos totales anuales del 0,93% del patrimonio, menos de la mitad que la clase más accesible, en la que ascienden al 1,93%. En la primera, la inversión mínima se sitúa en los 500.000 euros, según la ficha del fondo, mientras que la segunda se puede contratar desde 1.000 euros.
Hasta aquí, está todo muy claro. El inversor no tiene mucho que decidir como tal. Si no va a invertir el mínimo que exigen las gestoras para entrar por la puerta institucional, esta opción queda descartada. En muchos casos, las participaciones institucionales están marcadas por una letra I al final del nombre del fondo de inversión, aunque no siempre. Por ejemplo, en el caso del citado producto de M&G su matrícula en esta clase es la C-H.
Además de las diferencias de comisiones, los fondos también pueden tener clases de participaciones distintas en función de si la inversión se mantiene de forma permanente o si periódicamente reparte rentas. Los primeros se denominan fondos de acumulación y los segundos de distribución. Y se les suele reconocer porque, al final del nombre del fondo de inversión, encontramos las abreviaturas Acc o Dis, respectivamente.
Distintas opciones de fondos de inversión, distinto resultado
Elegir una u otra opción puede ser muy importante para la fiscalidad de la inversión. Si se contrata un fondo con clase de reparto, el partícipe tendrá que tributar por las plusvalías con cada distribución. Mientras que en las clases de acumulación no hay ningún peaje fiscal hasta que el inversor reembolsa la participación.
Las clases de participaciones también se utilizan para las divisas. Así, muchas gestoras crean una “puerta” distinta para los inversores que prefieren no tener exposición a monedas concretas.
Por ejemplo, un fondo de bolsa japonesa puede tener una clase de participaciones en yenes, con lo cual recoge tanto la evolución de las acciones en su cartera como el cambio entre el yen japonés y el euro Pero también puede optar por una participación que cubra la divisa: es decir, que elimine el efecto de la apreciación o depreciación de la moneda y solo se mueva en función de la evolución de las compañías en cartera.
Mirando el nombre de un fondo, también se puede encontrar la información relativa a este concepto, ya que suelen tener en la parte final los códigos de las divisas. Por ejemplo, EUR cuando está en euros, USD cuando está en dólares estadounidenses o JPY en yenes. Cuando se cubre la divisa mediante el uso de derivados, también suele incluir una abreviatura del vocablo inglés Hedged.
“Para elegir la mejor opción para su cartera, los inversores deberían tener muy en cuenta la clase de participación del fondo”
¿Cómo escoger la opción más adecuada?
Como se puede intuir, para elegir la mejor opción para su cartera, los inversores deberían tener muy en cuenta la clase de participación del fondo. No es sencillo, porque no hay un patrón en el mundo de la inversión. Esto significa que no todas las gestoras ponen la misma letra a la clase para particulares ni la información sobre la divisa de la misma manera.
Antes de contratar un fondo de inversión, los inversores deben asesorarse bien, a través del documento de información básica para el inversor, obligatorio en todos los fondos registrados para la venta, o contactar con un asesor financiero, como los Family Bankers® de Banco Mediolanum, que pueda conducirles hasta las versiones más adecuadas para su cartera.