Estamos inmersos en una revolución industrial, la cuarta de su categoría, que altera de forma radical la forma de trabajar de muchos sectores productivos, y la banca no es una excepción. Este cambio de paradigma se relaciona, sobre todo, con la capacidad de conectarnos a la red a través de cualquier elemento de los hogares y empresas (el “internet de las cosas”).
Los efectos de estos cambios tecnológicos sobre el empleo son y serán de una relevancia mayúscula. Adaptarse a ellos es una necesidad decisiva si no queremos acabar arrollados por el maremoto que se nos viene encima. El documento The Future of Jobs, auspiciado por el Foro de Davos, es una buena herramienta para empezar a vislumbrar nuestro porvenir como profesionales. En el informe se prevé la desaparición de 7,1 millones de empleos hasta el 2020, que se compensará en parte por la creación de 2 millones de nuevas ocupaciones. La sangría de más de 5 millones de empleos se centrará, además, en los profesionales con tareas administrativas: los empleados de sucursal en su versión actual son claros candidatos a la extinción.
“Con la banca digital, ¿qué papel jugaremos los humanos que nos dedicamos a las finanzas?”
Un cliente financiero ya tiene a su disposición la tecnología para gestionar sus servicios financieros casi sin ninguna necesidad de ir a una oficina física, desde cualquier lugar y con aplicaciones inteligentes capaces de recomendar productos orientados dentro de su perfil de riesgo, y que se adaptan a tiempo real a su comportamiento diario. Por eso, en menos de una década, probablemente los clientes trabajarán o con aquellos bancos que hayan liderado el cambio disruptivo, con los GAFA (Google, Apple, Facebook, Amazon) o con nuevos operadores, que pondrán al servicio de los usuarios aplicaciones para contratar cualquier producto o servicio financiero, integrando toda la operativa e información en un mismo lugar, usando la información que le suministremos de nosotros mismos y la que obtengan ellos de monitorizar nuestra actividad (uso de la tarjeta, viajes, consultas al médico, libros que compramos, películas que visionamos, contenidos que compartimos en las redes sociales, etcétera) para darnos un asesoramiento virtual personalizado.
¿Cómo afecta a la banca la era digital?
De ser esta visión una realidad, ¿qué papel jugaremos los humanos que nos dedicamos a las finanzas?
Pensemos en nuestro cliente del futuro como un viajero que puede contratar cualquier tipo de viaje desde un dispositivo móvil, con un software que le recomienda trayectos en función de sus gustos y actividades pasadas. El cliente dejará de utilizar el banco como una agencia de viajes: se relacionará directamente con los productos y servicios financieros, sin la intermediación de la entidad financiera (o al menos sin percibirla). ¿Qué le importa más a un viajero: acertar técnicamente con el mejor viaje, al menor coste y de la forma más rápida y eficiente posible, o pasárselo bien, llegar a su destino y volver con seguridad compartiendo sus experiencias con los demás?
“El futuro del empleado de banca es como un verdadero emprendedor tecnológico-financiero: un guía experto para sus clientes”
El profesional de banca del futuro será un compañero de viaje, además de un guía cercano, formado e informado. Por mucha tecnología predictiva y aplicaciones que permitan contratar cualquier producto financiero sin la participación de otros seres humanos ni desplazamientos, el cliente realmente busca siempre sentirse seguro, escuchado, apreciado… En definitiva, ¡acompañado cuando decide invertir su dinero! Quiere poder preguntar a un experto financiero de carne y hueso que se tome el tiempo y el esfuerzo necesarios para conocer cosas como: “¿Y tú qué harías en mi lugar?”. Por eso, por muy útiles que parezcan las herramientas, a nadie le gustará invertir solo “escuchando” información cibernética.
A título personal, me parece muy bien que la inteligencia artificial me diga lo que he de hacer. Pero me interesa mucho más saber qué haría un profesional que me conoce si él estuviera en mi lugar.
La tecnología automatiza y simplifica muchas cosas. Sin embargo, entender cómo las simplifica es una cuestión complicada. Para ello estamos los humanos, los asesores personales, para velar por los intereses de los clientes humanos y evitar que, de tanto simplificar, la inteligencia artificial acabe complicando su vida.
Creo que hay futuro para el empleado de banca, pero no como un funcionario, sino como un verdadero emprendedor tecnológico-financiero: un guía experto para sus clientes.
Pau A. Monserrat
iAhorro.com