Enero es un mes iniciático, con multitud de proyectos por resolver y a los que debemos hacer frente. Las fiestas que dejamos atrás suponen muchas alegrías compartidas, que pueden pesar si hemos acudido al crédito para pagar el ocio y los regalos.
La financiación personal es una herramienta para pagar bienes y servicios que no podemos o no queremos costear en efectivo.
¿Cuándo y cómo usar los préstamos personales?
Tiene sentido pedir créditos o un préstamo personal cuando la rentabilidad que esperamos obtener con la “inversión” es superior al coste financiero del dinero solicitado. Esta rentabilidad del proyecto personal no tiene solo que ver con el dinero futuro que prevemos que nos reportará, sino también con el bienestar que aporta a los nuestros. Los regalos de Reyes, por ejemplo, no deberían estar ausentes por falta de efectivo, ya que la alegría de la familia tiene un valor, y muy grande. Sin embargo, ¡esta felicidad actual jamás debe suponer penurias futuras!
“Saber cómo pedir financiación personal es esencial, una formación financiera nos ahorrará bastantes disgustos”
Saber cómo pedir financiación personal es esencial. Una formación financiera previa para entender la naturaleza del producto que contratamos y sus características nos ahorrará bastantes disgustos. Y lo que es igual de importante: saber presupuestar los ingresos y gastos familiares del mes y del año nos permitirá ajustar la mensualidad del crédito a nuestros ingresos.
¿Crédito o préstamos personales?
Si bien ambos términos suelen utilizarse como sinónimos, la realidad es que identifican productos financieros diferentes.
Como nos explica el Banco de España en su guía de acceso al préstamo hipotecario, se define el préstamo (personal o hipotecario) como un producto bancario que permite al cliente (prestatario) recibir una determinada cantidad de dinero (el denominado “capital” o “principal del préstamo”) de una entidad prestamista (una entidad financiera, en el caso que nos ocupa), con el compromiso de devolver dicha cantidad y los intereses correspondientes, habitualmente mediante pagos periódicos (las llamadas “cuotas”). En otras palabras, el banco nos concede un dinero que debemos devolver, normalmente, en cuotas mensuales. A cambio, pagamos unas comisiones (de estas, la más importante es la de apertura y de estudio, y todas ellas suelen descontarse del capital inicial abonado en cuenta) e intereses.
Un crédito personal, en cambio, permite al cliente (llamado en términos mercantiles “acreditado”) ir disponiendo del dinero facilitado por la entidad financiera (“acreedora”) a medida que lo vaya necesitando en cualquier cantidad hasta una determinada cuantía (límite del crédito pactado) y en cualquier momento durante el plazo de tiempo acordado. Al igual que ocurre con los préstamos, el cliente deberá devolver la cuantía dispuesta, así como los intereses y las comisiones bancarias, en los plazos acordados. La diferencia básica estriba en que el cliente, si por ejemplo ha solicitado un crédito de un máximo de 10.000 € y ya ha recibido 6.000 €, puede volver a disponer de otros 6.000 € a medida que vaya amortizando la primera deuda. Esto se traduce en que podrá continuar disponiendo de dinero a su favor en próximas ocasiones durante la vida del crédito, si así se ha pactado. Simplificando, podríamos decir que el crédito personal tiene una naturaleza híbrida entre la tarjeta de crédito y el préstamo personal: devolvemos el dinero en cuotas periódicas y, habitualmente, disponemos, a medida que amortizamos la deuda, de un dinero adicional por si queremos volverlo a utilizar.
“La elección entre un préstamo o un crédito personal depende de nuestras necesidades y preferencias”
La elección entre un préstamo o un crédito personal depende de nuestras necesidades y preferencias, además de las características financieras de los productos que nos ofrecen. Si necesitamos el dinero para financiar un bien o servicio concreto, el préstamo personal es el candidato natural para ello; si queremos tener un dinero disponible para eventuales compras futuras, el crédito personal nos será más útil en este caso.
Si somos una familia que controla perfectamente su presupuesto, el crédito no supone un peligro de endeudamiento adicional; sin embargo, si nos cuesta controlar ingresos y gastos, tener un crédito disponible no es una buena idea.
Para comparar las características de préstamos y créditos, lo fundamental es analizar las comisiones, el tipo de interés nominal y la TAE. El importe máximo concedido limitará el bien o servicio que podremos financiar, mientras que el plazo determinará la cuota mensual. No debemos comparar nunca las cuotas mensuales, ya que una cuota menor no implica tener en absoluto el mejor préstamo o crédito. De hecho, hay que seleccionar la cuota máxima que consideremos que podremos pagar sin problemas para minimizar el plazo de devolución y acabar pagando menos intereses. Los simuladores del Banco de España nos ayudarán con los cálculos.
Sea un crédito o un préstamo, debemos elegir con criterio e inteligencia el mejor producto para la compra o gasto más interesante. ¡Que la cuesta de enero no nos suponga esfuerzos adicionales!
Pau A. Monserrat, director editorial de iAhorro.